Luego de atravesar un camino asfaltado, en medio de un paisaje en el que se mezcla el verdor y aroma de las bananeras, cacaotales, manglar y la brisa marina se llega a la comuna Bajo Alto, de la parroquia Tendales, del cantón El Guabo, en la provincia sureña de El Oro.
La belleza natural de su entorno contrasta con las huellas que dejó el abandono a la que fue sometida esta localidad habitada por unas 450 familias, que en su mayoría viven de la pesca.
No obstante, más allá del aire yodado del mar, en Bajo Alto se respira optimismo. Sus pobladores reflejan alegría porque por fin fueron tomados en cuenta por un gobierno, luego de décadas de postergación.
Esa satisfacción nace de las distintas obras de desarrollo que se ejecutan en esta localidad. Sin causar mayores molestias al turismo, en distintas calles se observan retroexcavadoras, niveladoras, volquetas y hombres trabajando en la instalación de redes de tuberías de agua y alcantarillado pluvial, así como en la reconformación de aceras y bordillos.
En efecto, este sistema, similar al utilizado en otros países del primer mundo, ya lo posee Ecuador y Bajo Alto es la primera localidad en beneficiarse, por ser el poblado más cercano al campo Amistad, de donde se extrae el gas natural desde el fondo marino.
Esto en el marco del Programa de Intervención Territorial Integral (PITI) del Gobierno Nacional, que tiene como finalidad ejecutar obras de desarrollo con prioridad a las comunidades de donde se extraen recursos naturales.
El gas natural es llevado a la planta de licuefacción ubicada en la entrada a la comuna y desde allí es distribuido a través de una red central y otras domiciliarias a cada vivienda.
Este proyecto entró a operar en noviembre del año pasado luego de que fue socializado con la comunidad, que aprendió cómo manipularlo.
“Yo estoy muy agradecida con este Gobierno por acordarse de nosotros”, manifiesta Jenny Domínguez, quien recuerda que para conseguir una bombona de 15 kilos tenía que vivir una odisea, porque si no venía el carro repartidor (una vez cada quince días), tenían que alquilar camionetas y viajar hasta Machala para abastecerse del producto. “Teníamos que pagar hasta seis dólares por cada cilindro”, comenta.
La falta de gas era un constante problema para los más de 20 comedores que están asentados en la playa, cuyos propietarios tenían que ingeniárselas para conseguir el combustible y no defraudar a su clientela.
Ahora eso quedó atrás. En el poblado es común ver unos robustos bloques de cemento, de color celeste, afuera de cada vivienda, donde están los medidores que controlan el paso del gas hacia cada casa. “Eso nunca se vio aquí”, asegura Petita Peñafiel, mientras señala la zanja donde irá la red domiciliaria de agua potable para su casa. Sin embargo, lo que más le emociona es contar ya con un nuevo sistema para abastecerse de gas para cocinar, a través de tuberías.
Por el momento, los pobladores no pagan por el servicio. “Esa es una retribución por la riqueza que aportamos para el país”, dice Roberto Montes, presidente de la comuna.
El sistema de gas es vigilado durante las 24 horas por técnicos oriundos de la comuna que fueron capacitados por Petroecuador. El supervisor Junior Mora explica que cada usuario posee su teléfono celular o lo ubica personalmente para comunicarle si tiene algún inconveniente.
Mora agrega que hasta el momento no se ha presentado ningún problema, porque la red hasta llegar a la cocina cuenta con tres llaves de paso y la tubería “madre” está revestida de una espesa estructura de cemento, lo que brinda mayor seguridad.