Indígenas ecuatorianos de la comunidad Sarayaku celebraron el domingo con ritos ancestrales el fallo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH) emitió en su favor el pasado 25 de julio, cuando condenó al Estado por haber autorizado el ingreso de una petrolera a sus territorios sin consultarles.
Con trajes típicos, plumas en sus cabezas y los rostros pintados, los indígenas de Sarayaku celebraron ese «triunfo» con danza, música y «chicha», una bebida elaborada por la fermentación de la yuca, considerada divina por la comunidad.
El pueblo Sarayaku se asienta en un sector de la provincia de Pastaza, en el centro de la Amazonía ecuatoriana, zona que en los años noventa fue adjudicada por el Estado a la petrolera argentina CGC (Compañía General de Combustibles).
Esa comunidad indígena se opuso a las actividades de CGC y demandó al Estado ecuatoriano ante la CorteIDH por haber autorizado el ingreso de la petrolera.
En un fallo calificado de «histórico» por grupos ambientalistas y la comunidad afectada, la CorteIDH condenó al Estado ecuatoriano a, entre otras cosas, «neutralizar, desactivar y retirar la pentolita (explosivos utilizados para extraer petróleo) en superficie y enterrada en el territorio del pueblo Sarayaku».
Además, ordenó al Estado realizar «un acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional por los hechos del caso, publicar la sentencia y pagar indemnizaciones por daños materiales e inmateriales a los indígenas».
Por eso, la comunidad se vistió ayer de fiesta y recordó el largo proceso que vivió para evitar que la industria petrolera invada sus territorios.
En la «Casa del mediodía», como se denomina a la sede del pueblo, el presidente de la comunidad, José Gualinga, y otros dirigentes leyeron la sentencia de la CorteIDH y se comprometieron a usar los fondos que el Estado debe pagar como indemnizaciones para impulsar proyectos de desarrollo social, educativo, productivos y turísticos.
Unas 300 personas coparon el salón principal de la casa comunal, mientras los tambores redoblaban con sones ancestrales de ese pueblo guerrero, como recordó Gualinga.
Los ancianos encendieron fuego y realizaron un ritual para bendecir el triunfo alcanzado en Costa Rica, donde tiene sede la CorteIDH, mientras se repartía chicha e infusión de guayusa, una planta aromática también considerada divina.
Entre los invitados figuraron delegados de otras comunidades y de pueblos de diferentes zonas del país, así también Humberto Cholango, el presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie).