Las dietas bajas en carbohidratos y altas en proteínas, las denominadas «tipo Atkins», pueden incrementar a largo plazo el riesgo de enfermedades cardiovasculares, como infarto y derrame, según un estudio publicado en la British Medical Journal.
La noticia, hecha pública por la cadena de noticias BBC, aviva el debate sobre el tipo de dietas a las que deben someterse quienes necesiten bajar de peso, sea por estética o por salud. Para la nutricionista Amelia de Plaza, las dietas bajas en carbohidratos y altas en proteínas pueden ser nutricionalmente aceptables «siempre y cuando la proteína provenga de fuentes vegetales» como lo son los frutos secos de cáscara dura, y los carbohidratos que se reduzcan sean los refinados como los dulces, el azúcar, las bebidas gaseosas.
Lamentablemente, dice la especialista, las personas no siempre reconocen y acogen estas recomendaciones.
Con ella coincide el especialista en Nutrición, Jorge Zurita, quien cree que en Ecuador y en el mundo se sataniza a los hidratos de carbono (pan, harinas…), cuando lo que se debe hacer es controlarlos.
«Una cosa es controlar los carbohidratos y otra muy distinta eliminarlos. Hay pseudoprofesionales que no se percatan que al minimizar los hidratos de carbono, lo que están provocando es que aumente el riesgo cardiovascular en un 25%».
La razón: los carbohidratos se convierten en glucosa, que es el combustible que nos da la energía necesaria para realizar nuestras actividades diarias. La glucosa es la principal fuente de energía de las células, tejidos y órganos. El cuerpo puede utilizarla inmediatamente o depositarla en el hígado y en los músculos para cuando sea necesario.
Otro de los riesgos de las dietas tipo Atkins, según Zurita, es que quienes la practican se sienten malhumorados, con fatiga y náuseas, lo que termina produciendo trastornos metabólicos. «El cuerpo en esas condiciones de fatiga comienza a producir cetonas y amoníaco, componentes que van liberando las grasas para tratar de sustituir la energía que producían los hidratos de carbono, lo cual termina sobrecargando el corazón, el hígado y los vasos sanguíneos».
Y aquí una afectación adicional: si el cerebro no recibe suficientes hidratos, le costará pensar bien.
Es tan grave un desbalance alimenticio, explica la nutricionista, que las dietas ricas en carnes rojas o procesadas pueden aumentar el riesgo de enfermedades como diabetes tipo 2, cáncer colorrectal, enfermedad de la arteria coronaria, cáncer de mama, cáncer de esófago, hígado o pulmones, y de enfermedad pulmonar obstructiva crónica. «Es un tema que debe tratarse con la seriedad que se debe».
Amelia de Plaza destaca que lo más recomendable para bajar de peso es acudir a un especialista ya que tomar pastillas, suprimir comidas u optar por productos naturales no son una forma segura de adelgazar.
«La obesidad es compleja y depende de muchos factores. No puede resolverse con una pastilla, por ejemplo. Para bajar de peso tengo que saber cómo me muevo, cuánta grasa tiene la comida que ingiero, cómo son las raciones, cuáles son mis emociones».
Según Zurita, el método más seguro para perder peso es tomar conciencia de nuestros errores y plantearnos el firme propósito de comer bien, identificando el origen del exceso de azúcares, siguiendo una dieta libre de grasas, comiendo menos proteína animal, evitando la sal y la cafeína y eliminando las comidas procesadas. Esos factores, explica, hay que combinarlos con las necesidades que tiene el organismo en cuanto a principios inmediatos (carbohidratos, proteínas y grasas). «De allí se evalúa el gusto personal y la disponibilidad de alimentos que haya en el lugar de residencia. Como se puede observar, no es una cuestión tan sencilla».