La calle Riobamba ayer tuvo un aspecto distinto. Una larga columna de carros de diversos tipos (ambulancias, policías, bomberos, buses y vehículos particulares) colmaron la avenida, en donde el tráfico suele ser más fluido.
Un semáforo dañado, un tramo cerrado de la calle Luis Urdaneta y la presencia de decenas de curiosos que se amontonaban para ver dos edificios con las fachadas carbonizadas contribuyeron a caotizar más el sector céntrico.
La conversación predominante en cada grupo de personas -que aumentaban cada vez más- giraba en torno a la altura de las lenguas de fuego que, según ellos, se produjeron por la explosión de un tanquero lleno de un producto inflamable, que descargaba el elemento en un local de pinturas de la zona.
Algunas mujeres, con las voces entrecortadas por la emoción, se saludaron con abrazos como si fuera un reencuentro de hace mucho tiempo. Mercedes Moreira fue una de las vecinas a las que más se le acercaron.
Ella, quien vive desde hace alrededor de 16 años junto al sitio del incidente, contó a sus amigas que se salvó de milagro. “Estaba en el estacionamiento que yo alquilo a varios clientes cuando todo explotó. A un hombre que trabaja allí lo vi envuelto en llamas”.
En ese momento, explicó Moreira, junto a su hijo, para evitar algún tipo de demanda de los clientes, empezó a sacar todos los carros, lo cual logró justo antes de la última explosión. “En este mes debo entregar esta casa que alquilo y casi muero. No creí que la fábrica de pinturas, a cuyos dueños jamás conocí, podía provocar semejante incendio”.
Según datos del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil (BCBG), el local incendiado está registrado como Pinturas Sudamericanas y solamente tiene permiso para funcionar como punto de venta de pinturas en un espacio de 45 metros cuadrados, es decir, el tamaño de una oficina pequeña.
No obstante, de acuerdo con las fotografías y videos realizados por la institución, en el sitio, que tiene como representante a Lauro Marcelo Ordóñez, operaba una especie de empresa de pintura que tenía una longitud de alrededor de 100 metros y que fue ampliada sin autorización del BCBG.
Los vecinos del sector aseguraron que el lugar lleva más de una década, pero en los permisos del Cuerpo de Bomberos consta que recién en 2012 se realizó el trámite.
El primer jefe del Cuerpo de Bomberos, Martín Cucalón, en una entrevista otorgada a una radio, explicó que la institución realiza inspecciones de control a locales cuando reciben denuncias de ciudadanos que hallan algún tipo de irregularidad. Aunque, una vez al año, sí hacen una revisión general.
En cambio, el Municipio de Guayaquil, hasta la tarde de ayer, no se pronunciaba sobre su responsabilidad en la inspección de locales con materiales inflamables.
Impacto en los ciudadanos
El penetrante olor a quemado se percibió hasta la tarde de ayer en toda la cuadra donde ocurrió el accidente. En los canales que desembocan en las alcantarillas se veían charcos formados por un líquido rosado con espuma que, según la Policía que realizó peritaje del área, es de fácil combustión. Por ello se restringió el paso en la calle Luis Urdaneta, desde Riobamba a Ximena.
En la última avenida, decenas de habitantes del barrio hicieron fila desde las 08:00 para recibir atención en uno de los espacios rodantes que el Ministerio de Salud Pública habilitó en el área, con el objetivo de controlar los efectos colaterales del incendio.
Los médicos tratantes descartaron que la humareda generada en la tarde provoque casos de asfixia en las siguientes horas. No obstante, los problemas de salud que más se registraron fueron alteraciones nerviosas e hipertensión arterial.
Miguel Méndez, un vecino que habita a tres cuadras de donde se registró el hecho, acudió al dispensario rodante porque no pudo dormir toda la noche debido al miedo. “Tenía pavor de que iniciara de nuevo el incendio”, dijo a la doctora que lo atendió. Según él, solo se acostó, pero no pudo conciliar el sueño. Como Méndez, hasta las 14:00 continuaban llegando más pacientes con la presión arterial elevada.