Ex Presidente niega tutelaje, pero recuerda presión estadounidense
El ex Presidente narró que cuando estaba rodeado en Ciespal, luego de posesionarse, recibió una llamada de León Febres-Cordero, quien le expresó: “Ya voy a hablar con la embajadora y los militares”.Cinco minutos después, la multitud se calmó y pudo salir.
El ex presidente Alfredo Palacio está alejado de la política. Es decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES).
Sin embargo, la publicación de los cables secretos de la embajada norteamericana en Quito, filtrados por WikiLeaks, lo obligan a responder preguntas que surgen ahora sobre dos casos puntuales: su participación en la caída de Lucio Gutiérrez y el caso Oxy.
Con un tono enérgico y desde su oficina en el centro de estudios superiores, desmintió cualquier sospecha de conspiración -en el primer asunto- y de entreguismo -en el segundo-. Afirmó que la administración Bush quería colonizar la región y la calificó de corrupta.
Un cable asegura que usted tenía contactos con la élite guayaquileña días antes de la caída de Gutiérrez. ¿Es cierto?
Lo niego categóricamente. Yo soy un hombre de izquierda, siempre lo fui. Mi padre era afiliado al Partido Comunista. Nunca he pactado con la derecha, soy médico y veo a todo el mundo, más allá de afiliación política. Pregunto: si yo pacté con la derecha, ¿dónde está un acto mío que haya favorecido a la derecha?, ¿cuál acto?, ¿en qué?, ¿en la Oxy?, ¿en la Ley 42?, ¿en la Ley de Hidrocarburos?, ¿en el Cereps?, ¿en qué cosa? ¿Alguna de esas cosas era de izquierda o de derecha? El momento en que yo planteé esas cosas era mucho más difícil que ahora.
Cuando yo planteé eso era realmente subversivo, entonces categóricamente lo digo: no he tenido ningún pacto político con nadie. Tampoco con la izquierda. No he pactado con nadie. Hice un gobierno de ciudadanos. Mi gobierno empezó y terminó siendo un gobierno de ciudadanos, sin filiación política. No tuve acercamiento ni cuando pasé leyes. No pacté con el Congreso Nacional, con nadie. Hice lo que mi conciencia decía y lo hice, en mi opinión, bien. ¿Es eso ser un gobierno entreguista o débil? Hice todo lo que tenía que hacer.
Cuando usted era vicepresidente, ¿cómo observaba la relación entre el Gobierno y la embajada de Estados Unidos?
Me parecía que tenían una buena relación. Y realmente eso es todo, sin ninguna implicación maliciosa. Me parecía que existía una buena relación, la misma que creo que deben tener los presidentes, mientras no se subyuguen al mandato de nadie.
Mientras usted desempeñó el cargo de Vicepresidente de la República, ¿tuvo algún contacto con la embajadora norteamericana?
No, en lo absoluto, más allá de lo diplomático y de los encuentros protocolarios. No tuve ningún acercamiento con esa embajadora.
En el cable hay una especie de perfil suyo donde se habla de que, gracias a su profesión de médico, ha tenido contacto con la élite guayaquileña…
Soy un hombre decente y digno, respeto mi profesión sobre todo. Nadie la puede mancillar. No la mezclo con la política. Ahora, ¿que he sido médico de todo el mundo? Sí. La mayor parte de presidentes, ministros o titulares de la corte eran mis pacientes. Pero jamás he permitido que en mi consulta nadie me hable de política. El paciente me va a buscar como médico. Es más, si ese paciente que viene a verme tiene algo que podría eventualmente necesitar, nunca se lo planteo allí.
Mi consultorio es sagrado. Hace muy mal esa gente en mezclar mi profesión, que es sagrada y que la he respetado toda mi vida, con la política. Soy un hombre de izquierda. Pero soy ecuménico, mi mentalidad es totalmente abierta. Pero lo mejor es referirse a los hechos. Pongamos reflectores a los hechos para ver si soy de izquierda o de derecha.
Cuando se instala la “Pichicorte” las protestas estallan. Según los cables, Gutiérrez empieza a maniobrar para salvar su gobierno y en uno de ellos la embajadora se molesta porque no se le notifica que se iba a decretar el estado de excepción. ¿Conoció eso?
Estaba ya aislado. Empecé a alejarme cuando se abre Pachakutik. Yo salí a respaldar a ellos. Pero manteníamos relaciones. Si me invitaban a las sesiones de gabinete, yo iba. Pero a partir de diciembre de 2004 me alejé totalmente y casi no iba a Quito. Yo ya empecé a hacer declaraciones de los desacuerdos frontales que tenía.
Pero la mayor parte de las declaraciones terminaba con algo: “Presidente, rectifique. Está a tiempo”. Nada más, eso fue todo. El día 20 de abril, cuando ocurre todo, yo estaba en Guayaquil. Viajé a Quito solamente porque la prensa extranjera me invitó a una conferencia en Ciespal.
¿Fue una coincidencia entonces?
Todavía no ocurrían los hechos. El Congreso estaba sesionando en el Banco Central. Yo fui a Ciespal a una conferencia de prensa, el Congreso después corrió hacia acá. Termino mi conferencia y salgo de allí a las 9 de la mañana. Me dicen: “Vicepresidente, desaparezca. Ya están por aquí los macheteros de Borbúa y lo están buscando”.
Entonces recibí llamadas de amigos como Mauricio Gándara y de otros que me dijeron: “Estás en peligro, ven a mi casa”. Yo me iba ir a su casa, pero luego decidí no hacerlo porque iba a poner en riesgo esos hogares. Decidí irme a la base aérea militar, donde estaba el coronel, ahora general Barreiro, a quien le pedí que me buscara un avión para ir a Guayaquil.
Entonces recibí la llamada de Antonio Pozo (entonces diputado de Pachakutik). él me dice: “No se vaya porque el Presidente va a desertar”. En eso, manifestantes estaban rodeando el Congreso y ellos se van rumbo a Ciespal. No había una cabeza que vaya a poner orden en el asunto. Lo que me dicen los diputados es: “Si usted no toma el mando, aquí va a haber una masacre”.
¿Y los militares?
Los militares no se aparecieron nunca. Yo me quedé esperando, luego recibo otra llamada de los congresistas y me dicen, ya cerca de las 13:00: “Venga a Ciespal, estamos reunidos, el Presidente ya fugó, usted tiene que ser posesionado. Véngase disparado”. Entonces llamé al Comando Conjunto y les dije que se presenten en Ciespal. Y partí solo con mi edecán. Entré y me posesionaron. Como es de rigor, me vi presionado a dar un buen discurso con la angustia de los diputados. Mientras yo me prolongaba en el discurso, veía que su angustia aumentaba. Yo terminé, pero tuve que dar rueda de prensa, luego el director de Ciespal me invitó a la Dirección. Cuando pasaba por los ventanales, vi un grupo de personas alrededor.
No se aparecieron los militares, sino el general Cuvero, de la Policía. Le dije: “Vea general, yo voy a bajar a hablar con todas esas personas. Fuera todos. Voy a bajar a la vereda a hablar con ellos, pero deme seguridad. Baje y hable con ellos, dígales que voy a bajar”. Me senté y conversé unos 20 minutos y no se aparecía nadie. No había luz ni teléfonos. Los celulares estaban muertos. Me paro y había una muchedumbre abajo. A unas cuadras había camiones de la Policía y del Ejército, pero no había forma de comunicarse con ellos. Entonces me informan que ya estaban rompiendo la puerta, suben y pusimos archivadores. Olía a gasolina, así que abrimos y entró la gente.
Me subí al escritorio y los calmé. “Fuera todos”, gritaron. Les respondí que no puedo, que había jurado respetar la Constitución. Me pidieron que hable con la gente, así que fui a una pequeña terraza, pero del techo empezaron a llovernos piedras, ladrillos partidos en dos. No pude llegar a mi carro y tuve que meterme en un sótano oscuro. No se veía nada y estaba empapado porque había llovido. No había nadie, no nos veíamos las caras. Entonces llega el general Guerrón, del Ejército. “Venimos a salvarlo, Presidente”, me dijo. Le pregunté cómo y me dice en el baúl de un automóvil. “Están locos”, le respondí. “Yo salgo como Presidente. Vivo o muerto. El presidente no sale en el baúl de un automóvil”. Entonces me propone salir con la tropa, vestirme de soldado. “No, no salgo así”. Estuvimos allí un par de horas cuando entra súbitamente una llamada.
La llamada era de la Asamblea de Guayaquil. Allí estaba Febres-Cordero. “¿Dónde está, presidente Palacio?”, me pregunta. “Estoy aquí”, le digo. “No puede ser, si lo estamos viendo en la televisión, que está en la calle”, me comenta. Pero no era así. Entonces me dice: “Ya voy hablar con el Comando Conjunto y con la embajadora”.
Tomé el teléfono y llamé a radio La Luna y le digo que afuera están los forajidos. él me dice que esos no eran los forajidos, sino infiltrados gutierristas. También llamé a radio Democracia, de Gonzalo Rosero. Ambas conversaciones al aire. Entonces, en cinco minutos, los que estaban afuera gritando “Fuera todos” empezaron a gritar “Palacio, amigo, el pueblo está contigo”. En cinco minutos. Eran consignas que alguien las daba. Entonces el Ejército me dice: “Lo vamos a proteger”. “No me proteja”, contesté, y salí solito. No pasó nada. Me embarqué en mi carro y fui al Comando Conjunto. Esa es la historia.
¿No se interesó después en conocer quién fue el que movió los hilos?
No. Es un poco difícil. Aunque no es difícil inferir cosas. Obviamente que existía algún tipo de intervención extranjera. Obviamente que se intentaba proteger de alguna manera al presidente Gutiérrez. Yo mismo, cuando subí, firmé el salvoconducto. Creo sinceramente, esto es pura inferencia mía, lo que pasaba es que había gente interesada en que yo no asuma la Presidencia. ¿Por qué? Yo había combatido el Feirep, el pago de la deuda externa, había que terminar los contratos petroleros leoninos. Había declarado públicamente que eso había que hacerse. Entonces yo creo que no era el candidato ideal para mucha gente. No sé si se intentó matarme, pero sí se intentó intimidarme.
¿Quién influyó? ¿Febres-Cordero o la embajada?
No lo sé. Muestro fichas y habrá que hacer esa investigación.
¿Cuál había sido su relación antes con Febres-Cordero?
En esa época no había relación. Antes, cuando yo era médico y él fue mi paciente.
El cable de WikiLeaks habla de un movimiento de la ID y PSC para sacar a Gutiérrez. ¿No lo conoció?
No. Nunca lo conocí y nunca tuve una reunión política secreta. Las reuniones políticas que tuve fueron abiertas y los únicos que me visitaron en ese sentido fueron los Pachakutik y los “forajidos”. Los Pachakutik, cuando me llamaban, los recibía en mi oficina de la Vicepresidencia, con agenda. Es decir, era totalmente abierta. Y los “forajidos” me visitaron en mi consultorio, días antes, eran el presidente Correa, Mauricio Gándara, Fausto Cordovez.
La posesión se da con Gutiérrez todavía en Carondelet…
Estaba aquí y me llaman. Yo no tenía visión de helicóptero para ver lo que estaba pasando. Necesitaban a alguien que evitara una masacre.
¿Nunca cuestionó el hecho de que Viteri lo posesionaba y el Presidente todavía estaba en Carondelet?
Ya no estaba en Carondelet.
Avanzando en el tiempo, el cuerpo diplomático siempre realiza un saludo protocolario al nuevo Presidente. ¿Cuál fue el primer encuentro con la embajadora?
Totalmente intrascendente, tan instrascendente que ni me acuerdo.
¿No le planteó el caso Oxy?
No, no me lo planteó. No me lo planteó inicialmente. ¿Llegaron a planteármelo? Sí. Intentan plantearme el caso Oxy en muchos niveles. La propia embajadora, que no tiene éxito. ¿Cuál era la posición del Presidente? Era defender los intereses soberanos de la nación. Pero el Gobierno era el juez, por lo tanto, el Presidente no podía tomar partido.
Estados Unidos sabía lo que yo pensaba y quería que lo exprese porque en el momento que lo hiciera me acusaban de prevaricato y esa sería la defensa de la Oxy. Yo tenía que mantener una compostura de Estado, es decir, ese tema no lo podemos tratar. Hay que seguir los canales regulares. En mi gobierno va a haber justicia, aquí hay independencia de poderes, por eso soy Presidente, para defender la independencia de poderes.
Esa fue siempre mi contestación en el caso Oxy. Pero no solamente con la embajadora. Cuando ella falla, empiezan a llegar múltiples delegaciones, gente importante de Estados Unidos, entre ellos, Jeb Bush. Ellos vienen a tratar ese tema.
¿Así se manifestó la presión?
La presión era intentar hablar, conversar conmigo, y jamás lo acepté.
El cable afirma que el presidente de la Oxy ofreció generosas sumas a funcionarios de su gobierno…
No. A mí, nunca. Ningún tipo de oferta, porque nunca les permití hablar más. Petroecuador afirma el 15 de mayo que la propuesta de la Oxy es inviable. Ese día declaramos la caducidad. No hay ninguna pérdida de tiempo.
¿En qué momento toma su decisión?
El rompimiento de contrato de la Oxy era evidente. Jurídicamente no había otra cosa que la caducidad. El contrato dice claramente que si se ceden derechos hay que declarar la caducidad, por lo tanto, mi gobierno no tenía otra alternativa. Ella (la embajadora) dice que yo he estado vacilando. Creo que esta embajadora estaba quedando muy mal con el Gobierno de ella.
¿La embajadora no le advirtió que un fallo no favorable para Oxy podría perjudicar las relaciones con Estados Unidos?
Eventualmente sí, y efectivamente eso pasó. Eventualmente pudo insinuarlo, pero enseguida yo paraba. No me correspondía discutir eso con una embajadora. Eso tengo que discutirlo yo con Bush, y lo hice. Porque lo agarré en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata. Ahí se lo planteé y otras cosas. Literalmente ni el canciller tenía que discutir eso con la embajadora. No tenía que aceptarle eso en absoluto. Me parece que un presidente tiene que respetarse más, no entrar en esas conversaciones y convertirse en una especie de sirviente.
¿Oxy tenía influencia en el Gobierno norteamericano?
Hablo específicamente de la administración Bush, que fue corrupta, petrolera. No es el pueblo americano. Es esa administración que quería colonizarnos de esa manera tan abyecta, terrible. Yo no se lo acepté.
El asunto de la Oxy y la firma del TLC fueron usados políticamente, ¿sintió algún tipo de presión por parte de algún partido en estos temas?
No así. No le puedo decir quién, pero de esas grandes cabezas me dijeron: “Presidente, no se meta con los gringos”. Estados Unidos quería obligarnos a comprar una cuota de arroz, pero nosotros somos exportadores de arroz, ¿por qué íbamos a comprar? Entonces me negué, pero aún más.
Tuve conversaciones con Uribe porque ellos iban a firmar un TLC y Colombia sí es un importador de arroz, pero nos compraba a nosotros. Pero yo lo comprometí a Uribe para que nos siga comprando, a pesar de eso. Pero eso discutí con los gringos, de que nosotros importemos arroz de ellos, subsidiado además.