El brillo y el olor que daban, hace cinco años, una imagen impecable a la renovada edificación de la terminal terrestre, ubicada en el norte de la ciudad, hoy ya no existen. Aquello se evidencia, principalmente, en los baños. No importa si se hace uso de la planta baja o de la alta, en ambos sectores el penetrante olor a desagüe y la
humedad -generada por la falta de ventilación- provocan reacciones negativas en los visitantes. Quienes usan los servicios higiénicos entran y salen a paso rápido como tratando de no inhalar, en lo posible, el viciado aire que allí se respira y que empaña los espejos, pero esa es una tarea difícil de lograr, pues los usuarios deben perder varios minutos en intentar cerrar las puertas de los escusados, ya que algunas presentan daños en sus cerraduras.
Juan Sánchez, quien dice que es viajero constante, expresa que dos años después de inauguradas las instalaciones estas empezaron a deteriorarse. “El mal estado de los baños es un problema que ya tiene tiempo”, se queja.
Para intentar aplacar los problemas, miembros del equipo de personal de limpieza desinfectan con trapos los pisos y los lavamanos, pero los malos olores no desaparecen. La semana pasada, en la entrada de los baños había un letrero en el que se anunciaban reparaciones.
Actualmente, en los dispensadores de jabón no se encuentra el líquido para desinfectar las manos y, en algunos casos los equipos están descompuestos.
Otro de los inconvenientes, denunciado desde hace varios años en la estación, es la contaminación de los suelos con los aceites y grasas de los carros. En las zonas de arribo y de partida de los automotores, antes impolutas, hay charcos de esos elementos.
En octubre de 2007, el alcalde de la urbe porteña, Jaime Nebot, en compañía de Guillermo Lasso, entonces presidente de la Fundación Terminal Terrestre, recorrió las impecables instalaciones que fueron catalogadas por ellos como las “más moderna de Latinoamérica”.
“Esta obra es posible para 42 millones de personas que usan bus, que no son ricos ni ‘pelucones’, que vienen de todas las provincias del país”, detalló.
La remodelación tomó dos años de trabajo y tuvo un costo de 36 millones de dólares. La terminal tiene 183 mil m², donde funcionan 154 tiendas del outlet, 117 islas, una megatienda, 91 boleterías, 140 andenes de buses y varias baterías sanitarias.