Sonia Rodríguez es psicóloga y diariamente aborda problemáticas relacionadas con el género y la construcción de los conceptos de “femenino” y “masculino”. Analiza los resultados de la Encuesta Nacional de Violencia de Género, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos.
A grandes rasgos, ¿qué nos dice esta encuesta?
Yo creo que la encuesta es importante porque es la primera que aborda el tema de la violencia. Pensemos en el contexto histórico, la Ley de Violencia contra las Mujeres es de 1995, es decir, en el imaginario de la sociedad, tiene pocos años.
Las niñas, las adolescentes sí han crecido en un discurso donde se ha señalado que la violencia es un problema, que no está bien, que puedes denunciarla; pero sus madres, abuelas y bisabuelas, no.
¿Por qué es necesario en este tipo de estudios separar la violencia en general de la violencia de género?
Hay que entender el acumulado de los movimientos feministas, que tienen una posición política y poseen un discurso que estudia cómo se han construido las relaciones entre hombres y mujeres a nivel social; una construcción que ha sido inequitativa.
¿Por qué se aparta la violencia de género de la violencia intrafamiliar?
Inicialmente se hablaba de violencia intrafamiliar ampliamente, pero existe una condición particular contra las mujeres en diferentes circunstancias, hay una construcción histórica de la masculinidad basada en el control excesivo y abusivo de las mujeres.
¿Cómo se vive diariamente esta construcción?
Pensemos un ejemplo: cuando en la calle un majadero le dice a una mujer una obscenidad, porque cree que lo puede hacer; o que las niñas sean víctimas de acoso sexual por un pobre ser que no puede vivir su sexualidad sino de esa manera. Socialmente hemos sido muy tolerantes diciendo: “Esas cosas pasan, así son los hombres”.
Cuando se propone cambiar la violencia intrafamiliar por violencia de genero, se diferencian los elementos particulares. A ratos el discurso ha sido: “Hay que salvar la familia”; o: “A nombre de ella no denuncies que tu papá te viola”.
La familia tiene un peso importante en estos temas, pero a ratos se convierte en un referente problemático porque no hay que salvarla ante todo. Ese discurso encubre los temores de las mujeres.
¿Cuál es su lectura sobre este dato que reveló la encuesta: la mitad de las mujeres maltratadas considera que “el problema no es tan grave”?
Todavía, culturalmente, las mujeres lo minimizan. La convivencia entre las personas no es fácil, no todos los días vivimos en armonía y nos amamos, hay unos niveles de tensión, pero también me parece que la sociedad minimiza la violencia.
¿Qué factores inciden en la construcción de esta forma de ver la violencia como “normal”?
Muchas mujeres crecen con unos referentes culturales que parecen establecer la máxima de “Te pego, te cacheteo, pero te amo”. Estos referentes del amor ligado a la violencia (“el matrimonio es una lotería”; “ todos los hombres son iguales”) inciden en que muchas mujeres tiendan a minimizar los actos irrespetuosos.
El análisis de una próxima encuesta debería ser: ¿cómo es que no tenemos plena conciencia de que no debe ser así?
¿El sistema educativo debe involucrarse en la discusión de los roles construidos de hombres y mujeres?
Nuestras leyes tienen elementos importantes, dicen que la educación sexual debe ser un eje transversal. Hay un plan nacional de erradicación de la violencia, que va a significar cambios en la reforma penal, pero el proceso no es tan rápido como quisiéramos, porque culturalmente son siglos de esta construcción de que las mujeres sean propiedad de los hombres.
En nuestro servicio especializado escuchamos muchas historias, las mujeres no son tontas por soportar los golpes, tienen una construcción cultural.