En el piso hay tierra lodosa casi seca, pedazos de adoquín, muñecas huérfanas, desnudas y desmembradas, zapatillas impares y sucias.
En el techo de zinc hay goteras cubiertas con retazos de fundas plásticas negras, un toldo azul claro que cuelga amarrado desde un alambre y ropa… Al lado del mosquitero, un cordel soporta una pesada carga de pantalones, faldas y blusas: las prendas de los 8 miembros de la familia que viven bajo el mismo techo.
La “matrona” es María Edilmania Cuellar, de 40 años, quien comparte con su familia, en la cooperativa Nigeria, esta frágil vivienda de caña y madera, sin baldosas ni cemento.
Su esposo sufre de discapacidad física y yace tendido en una cama desde hace más de 10 años. Sus 5 hijos y su nieta, todos en el mismo lugar, pasan el tiempo en una estructura que es al mismo tiempo sala, cocina y dormitorio. No hay espacio para divisiones ni privacidades.
En un rincón, sobre la cama, se encuentra un joven largo y delgado, de cabello claro y rizado al extremo, lo cual contrasta un poco con su piel oscura. Se llama Freddy, es hijo de Edilmania, tiene 17 años y es padre de un bebé de un mes de nacido, que aún no tiene nombre. Génesis, su conviviente, también de 17 años, no sabe qué responder cuando le preguntan qué nombre llevará el niño… solo atina a sonreir, tímida, agachando la cabeza.
No obstante sus precarias condiciones, María Edilmania dice que ahora vive con más tranquilidad, pues el terreno sobre el que se levanta su casa es por fin suyo, luego de 15 años.
Ella fue una de las 142 personas beneficiadas con la legalización de terrenos y entrega de títulos de propiedad que realizó la Corporación de Desarrollo Afroecuatoriano (Codae), el pasado martes en este populoso sector del sur de la ciudad.
“Se trata de un proyecto piloto que se realiza en Guayaquil por ser la ciudad donde hay mayor asentamiento afroecuatoriano. Tenemos los datos del Instituto Ecuatoriano de Estadística y Censos (INEC) que nos indican que somos 250.000 en toda la urbe, incluso más que en Esmeraldas. Trabajamos en los sectores de Nigeria, en los Guasmos, cooperativas como Proletarios con Tierra, Proletarios sin Tierra y otras zonas, como Fertisa y Viernes Santo”, señala Cruz Dayci Peralta, coordinadora provincial del Codae, quien sostiene una lucha desde hace 10 años -muy intensa y en diversos frentes- por los derechos de este grupo étnico. “La misión de la Codae es sencilla: impulsar nuestro desarrollo y procurar la erradicación del racismo”.
Pero ellos no actúan solos. La agrupación se apoya en líderes comunitarios, que trabajan junto con los directivos en ayuda social a personas de Nigeria y de las cooperativas cercanas que también albergan a familias afroecuatorianas.
Uno de ellos es Fernando Grueso, de 47 años, quien vive en Nigeria desde aproximadamente 20. Es propietario de un inmueble de dos pisos, que destaca en medio de las casas de caña del sector.
La vivienda -que tiene una empinada escalera, grandes ventanales y paredes sin enlucir- funciona como sitio de reunión y encuentro de las familias afroecuatorianas. “Mi trabajo se centra en ayudar a las personas con los trámites. Siempre me ha gustado la labor social. Me encargo de la recopilación de datos, buscamos a las personas que ya estén asentadas por acá, hacemos investigaciones a ver si se puede legalizar su predio, luego gestionamos la visita del Municipio, hacemos los trámites en el Registrador de la Propiedad, etc.”, explica, minucioso, Grueso, a quien varios se dirigen como “Hermano”.
Maritza Borja, de 24 años, es otra de las beneficiadas con la legalización de terrenos. Vive en la cooperativa Independencia II, también en una construcción de caña, celeste con blanco, con infinitas goteras en el techo que le dan una singular peculiaridad a su casa: los rayos solares se ciernen a través de ellas, garabateando el piso con una luz muy rutilante. Claro, en el día es el sol; pero en las noches, últimamente, la lluvia.
“Tenemos todos los electrodomésticos levantados porque el agua se nos mete terriblemente con los aguaceros”, expresa esta joven madre de 4 hijos, quien comparte su vivienda también con su hermano.
Y aunque ahora -dicen- ya no existe el riesgo de que llegue gente extraña para intentar apoderarse de sus terrenos, de todos modos mantienen ciertas medidas de precaución, como encargar el cuidado de sus viviendas a otras personas cuando los propietarios no están en casa.
“Mi hija Maritza Quiñonez trabaja puertas adentro donde una señora y deja encargada la casa con una amiga. De todos modos, yo vengo a darme una vuelta a vigilar que todo se encuentra en orden, especialmente cuando llueve, porque se les mete el lodo y nos toca limpiar”, cuenta Beatriz Ayoví, mientras su nieta Milka, de 12 años, le peina una trenza, mezclando cabello propio y postizo.
Según la Codae, una agrupación adscrita a la Presidencia de la República, el programa de legalización de lotes urbanos y rurales incluye un total de 600 terrenos en Nigeria y otras zonas con presencia de afroecuatorianos.
El costo total de este plan asciende a 83.000 dólares y, según coinciden varios lugareños, representa un paso hacia adelante en la consecución de una vida cotidiana más tranquila y digna. Desde luego, aún falta mucho por conquistar; pero están conscientes de que en su lucha de reivindicación no se puede bajar la guardia.