El represor argentino Ricardo Miguel Cavallo fue condenado a cadena perpetua este miércoles, 11 años después de haber sido detenido en México, por haber cometido crímenes de lesa humanidad durante la dictadura en Argentina (1976-1983).
El ex marino escuchó el fallo junto a los otros 17 ex militares que lo acompañaban en el banquillo de los acusados desde que el juicio por secuestro, tortura o desaparición de 89 víctimas comenzó en Buenos Aires en diciembre de 2009.
Cavallo permaneció inmutable durante la lectura de la sentencia y ni siquiera levantó la vista cuando el tribunal lo responsabilizó del secuestro, tortura y desaparición del escritor argentino Rodolfo Walsh y de dos monjas francesas.
El represor, nacido el 29 de septiembre de 1951, comenzó a escribir su historia en 1970, cuando se enroló como guardamarina en el Comando de la Armada. Para 1976, cuando se inició la dictadura argentina, Cavallo ya tenía el grado de teniente de fragata.
Desde ese cargo se convirtió en uno de los principales operadores de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), que fue el mayor centro clandestino de detención y en donde fueron secuestrados y torturados unos cinco mil presos políticos.
“Sérpico” o “Marcelo”, como se le conocía también en el centro de torturas, no solo participó en secuestros y asesinatos, sino que además se apropió de bienes de sus víctimas y amasó una fortuna que, años después, le ayudó a emprender negocios en México.
Entre 1981 y 1984 fue premiado con la agregaduría naval en Francia, pero al volver a Argentina enfrentó cargos por 227 desapariciones y 110 secuestros y torturas. No obstante, terminó siendo beneficiado por las leyes de impunidad que protegieron a los represores.
Libre de procesos, Cavallo se radicó en México en 1989 y se convirtió en un empresario que, casi una década después, logró que su empresa, Talsud, se adjudicara el Registro Nacional de Vehículos (Renave).
Su historia de éxito empresarial terminó el 24 de agosto de 2000, cuando el diario mexicano Reforma reveló su pasado en la dictadura militar argentina bajo el nombre de “Miguel ángel”.
Cavallo declaró al rotativo que “Miguel ángel”, el represor, era otra persona, e intentó escapar hacia su país, a sabiendas de que allí todavía regían las leyes que le permitirían quedar impune.
Sin embargo, la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) detuvo a Cavallo en el aeropuerto de Cancún, cuando iba rumbo Buenos Aires, y lo regresó a la ciudad de México, donde enfrentó un proceso de extradición hacia España.
El juez Baltasar Garzón, quien requería al argentino para juzgarlo por genocidio, terrorismo y tortura, logró que la justicia mexicana lo enviara en 2003 a España, donde permaneció durante cinco años hasta que, en 2008, finalmente fue llevado a Buenos Aires.
En sus audiencias judiciales, Cavallo negó los cargos en su contra y denunció una “venganza” del gobierno argentino contra todos aquellos que colaboraron con la dictadura militar.
Exigió su libertad, pero los jueces lo mantuvieron preso, le decretaron embargos por más de seis millones de dólares y, finalmente, este miércoles le dictaron sentencia.