Con diversos actos en todo el Ecuador, este 30 de septiembre se recuerda un año del intento de golpe de Estado y magnicidio en contra del presidente Rafael Correa.
Ese hecho dejó diez muertos y casi 300 heridos, en una jornada en que los ecuatorianos aún no olvidan. Todo comenzó aquella mañana del 30-S, cuando 850 policías del Regimiento Quito se sublevaron supuestamente para reclamar la pérdida de derechos salariales, lo cual en verdad no contemplaba una ley cuestionada.
El presidente Correa se dirigió hacia el regimiento con el fin de explicar la realidad de las cosas a los amotinados, pero fue recibido por una turba armada que lo agredió y lo obligó a refugiarse en el contiguo hospital policial.
Allí permaneció retenido en contra de su voluntad por aproximadamente doce horas, hasta que fue rescatado por fuerzas especiales del Ejército en medio de una balacera de grandes proporciones.
El vehículo del presidente recibió siete impactos de bala en el instante del rescate, ya con Correa en su interior. La jornada dejó 10 muertos y casi 300 heridos, la mayoría civiles que se enfrentaron a policías armados y enfurecidos.
A través de radiopatrullas, los insurrectos emitían mensajes que pedían la muerte del mandatario, mientras en las afueras del hospital miles de personas esperaban la llegada de los militares para socorrer al jefe de Estado, como en realidad ocurrió.
Durante el día, las calles de las ciudades del Ecuador permanecieron sin policías, lo cual fue un escenario ideal para que se produjeran saqueos a casas comerciales, especialmente en la ciudad costera de Guayaquil. E
En Quito, entretanto, los policías de la Escolta Legislativa impidieron el ingreso de los asambleístas, que fueron agredidos por uniformados -algunos encapuchados-, entre ellos el hermano de la legisladora Lourdes Tibán.
La pista del aeropuerto Mariscal Sucre fue tomada por militares de la Fuerza Aérea, el mismo momento en que otro grupo de militares manifestaban en las afueras del Ministerio de Defensa, bloqueando vías y lanzando consignas en contra del gobierno.
Luego del rescate nocturno (a las 21:00), el presidente Correa se dirigió al palacio de gobierno donde fue recibido por miles de personas que llenaban la Plaza de la Indepedencia, en el corazón del casco colonial de Quito.
A un año de esos sucesos, las autoridades del Ecuador han manifestado que la revuelta no fue un reclamo salarial, sino un intento de golpe de Estado planificado con mucha anterioridad.
Para hacer tal afirmación se basan en la coincidencia de hechos de aquel día. Tras los acontecimientos, alrededor de 900 policías han sido procesados administrativamente y unos 130 penalmente. De ellos, solo cuatro han sido sentenciados y guardan prisión. Pero el resto de juicios continúan.
El presidente Correa recibió el apoyo de toda la comunidad internacional y, pocas horas después de su secuestro, varios mandatarios llegaron al Ecuador para expresarle su respaldo y fortalecer con su presencia el sistema democrático.
Desde entonces, el jefe de Estado del Ecuador ha acuñado una frase: “Ni perdón, ni olvido”. Y ha dicho en reitradas ocasiones que el perdón es muy parecido a la impunidad.
Hoy habrá misas por los fallecidos, programas radiales y televisivos especiales, una petición a la Asamblea para que se declare como un día de recordación nacional, colocación de ofrendas, muestras fotográficas, marchas, debates, paneles y conferencias relacionadas con el suceso de hace un año.
Además habrá una convocatoria masiva en la sede del partido oficial PAIS, en una zona céntrica de Quito. También habrá una manifestación de la oposición política al régimen a cinco cuadras de donde estuvo retenido el presidente.
Miles de personas llegaron la víspera a la capital del Ecuador desde provincias, con el fin de estar en la conmemoración del 30 de septiembre, una fecha que los ecuatorianos seguramente recordarán por mucho tiempo.