La ministra coordinadora de Patrimonio, María Fernanda Espinosa, entregó el viernes anterior a las autoridades municipales de Guayaquil y del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), los expedientes que contienen la investigación realizada en los barrios Orellana, del Salado y área central de Guayaquil, con cerca de 339 edificaciones, como paso previo a una posible declaratoria de patrimonio arquitectónico moderno del Ecuador a estos sectores.
En un evento desarrollado en la casa “Pintado” del barrio las Peñas en el Puerto Principal, la ministra de Estado entregó los documentos a la directora ejecutiva del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, Inés Pazmiño, y al director de Cultura del Municipio de Guayaquil, Melvin Hoyos, quien asistió en representación del alcalde guayaquileño Jaime Nebot.
Durante su discurso, Espinosa resaltó que este proyecto busca generar en la ciudadanía un acercamiento, apropiación y fortalecimiento de la identidad nacional desde la riqueza arquitectónica patrimonial de las edificaciones en mención. “No hay ciudad como Guayaquil a lo largo de la Costa del Pacífico” aseguró la titular del Ministerio de Patrimonio al referirse al aporte artístico, literario y arquitectónico que ha dado la Urbe porteña al país.
De su lado, Hoyos se mostró satisfecho con los resultados de este programa al que calificó de inédito “ya que trae consigo la posibilidad de recuperar las edificaciones que son parte del patrimonio arquitectónico de la ciudad” con la participación de la ciudadanía que debe conocer y valorar estas obras.
Una vez recibida la documentación, basada en un estudio realizado por la Universidad Católica Santiago de Guayaquil en el lapso de 6 meses, la Alcaldía guayaquileña, dentro de sus competencias, será la encargada de solicitar al Ministerio de Cultura dicha declaratoria.
Es así que la directora del Instituto Inés Pazmiño, comprometió los mejores esfuerzos de la institución que dirige para gestionar la puesta en valor del patrimonio arquitectónico de Guayaquil en coordinación con el Municipio porteño.
El barrio Orellana es uno de los primeros conjuntos urbanos modernos de Guayaquil planeado para la clase media. En sus inicios se denominó barrio de los empleados. Su tipología arquitectónica consiste en villas de planta baja con variantes en fachadas, remates y cubiertas de losa o asbesto cemento. Las viviendas esquineras tienen un tratamiento achaflanado que permiten tener mejor visibilidad en las bocacalles de sus vías estrechas.
Por su lado, el barrio El Salado no nació como un espacio planificado por el Estado, sino por iniciativa de varios guayaquileños, que buscaban una alternativa de vivienda en una zona menos conflictiva que el centro de la ciudad. Fue poblándose lentamente de construcciones particulares y proyectos de interés público. Algunos de ellos empezaron a sobresalir por sus características arquitectónicas, tamaño o por los servicios que prestaban como el Colegio Vicente Rocafuerte, el Tenis Club, la Iglesia San Juan Bosco, el Jardín Fiscal Mixto Infantes Pedro José Huerta, entre otros. El área central de la ciudad de Guayaquil, por su representativa arquitectura del siglo XX es parte de este ambicioso programa. Entre las edificaciones que se destacan están el Colegio y la Capilla del Colegio La Salle y la Biblioteca Municipal.