La ambigüedad de la ley ha sido uno de los males que han permitido destruir la credibilidad ciudadana en la justicia. La confianza, ese bien común que cuando se pierde difícilmente se lo puede recuperar, es la que está en juego y los medios de comunicación estamos en la obligación de contribuir a su restauración. Para ello es menester que la responsabilidad social sea asumida por los empresarios de estos grandes y prósperos negocios.
Para nadie es desconocido que sus intereses familiares y corporativos carecen de fronteras éticas y escrúpulos, por ello han utilizado armas innobles en contra de sus adversarios. En esta lid, testaferros y escribanos se han encargado de construir un discurso periodístico amparado en libertades de expresión para atacar a los adversarios.
Ellos han actuado en nombre propio, pero por cuenta de otro, para aparentar prudencia y silencio en los negocios que hoy tanto defienden y se niegan a traspasarlos para dedicarse solamente a la comunicación.
Muchas de estas acciones, como lo afirmamos en una nota anterior, están documentadas. Algunas, incluso las que han trascendido los límites del silencio, se han ventilado en las cortes de justicia. Esta es la historia de la construcción de la Terminal Terrestre, por ejemplo, cuyos protagonistas actuaron corporativamente o por interpuesta persona: constructora y proveedoras de vigas y losetas: Frenor, Matricsa y Fujita (compañía japonesa ganadora del concurso); abogados Víctor Hugo Sicouret; Andrés Crespo Reimberg, yerno de Carlos Pérez Perasso, accionista mayoritario de las dos primeras empresas; Alfredo Pinoargote (de quien tenemos la copia de un pagaré por treinta mil sucres entregado al Director del diario El Universo), ex embajador en el gobierno de Jaime Roldós, ex editor de Vistazo, y hoy entrevistador y lector de noticias en Ecuavisa.
¿Y qué tienen que ver estos movimientos de piso con el periodismo? Nada que no sea la utilización de personajes que utilizan el buen o mal nombre para hacer suyos los argumentos que el empresario de la comunicación quiere que se oculten o que se publiciten.
Un editorial publicado el domingo 30 de mayo de 1990 por el Dr. Henry Raad, en el diario El Telégrafo, titulado Cascabel al gato, describe no solo los entretelones de su fugaz relación con Pérez Perasso, antes de ordenar que sus empleados pongan en el urinario del portal de su diario la infame placa con el nombre del editorialista y la fecha: 20-8-89, sino que también relata la historia del periodista Luis Pescarolo, quien, luego de algunos años de haberse quedado sin trabajo en El Universo, fue contratado como relacionista público de la Cámara de Comercio de Guayaquil, institución en la que Carlos Pérez Perasso tenía enorme influencia. Así que tuvo que dejar la institución por un telefonazo y la amenaza de que los boletines de prensa enviados por él no pasarían. Y se quedó otra vez en el aire.
Raad también se refiere a la invitación que le hiciera el famoso Director para escribir en su diario. Ante la negativa para colaborar como columnista, él -que entonces escribía para diario Expreso- a los pocos días recibió una carta del Director de ese medio agradeciéndole por sus servicios. Lo demás está descrito pormenorizadamente en el libro Al desnudo, de su autoría.
Y este no es el único caso de saña empleada contra los enemigos propios o ajenos. En la televisión también se ha utilizado la figura del testaferro porque, como en el fútbol, no hay mejor ataque que la defensa.
Este triste papel tiene nombres y apellidos: Carlos Vera -en Ecuavisa- y Jorge Ortiz -en Teleamazonas-, para quienes su verdad, es decir la de sus empleadores, tiene la virtud de “extenderse” a toda la sociedad.
Ellos lo llaman profesionalismo y democracia que emana de las necesidades políticas y empresariales de quienes fueron o han sido sus jefes: Febres-Cordero, Nebot, Xavier Alvarado Roca o Fidel Egas.
Ayer, cuando los dueños de los medios privados de comunicación autorizaron a sus reporteros y ejecutivos para que salgan a las calles a conmemorar el Día Internacional de la Libertad de Prensa, lo que en realidad querían era protestar contra la regulación de los medios, impulsada por el Gobierno, para que se retiren de actividades ajenas a la comunicación.
La batalla, uno de cuyos enfrentamientos ocurrirá el próximo sábado en las urnas, apenas comienza y los dueños de los medios de comunicación van a utilizar cualquier arma, incluso la figura de testaferros gratuitos.