La ausencia de lluvias que afectó los cultivos del Litoral ecuatoriano durante el primer trimestre del año, se regulará de forma progresiva hasta junio próximo, explicó el secretario Nacional del Agua (Senagua), Domingo Paredes.
El funcionario indicó que la sequía fue producto de la presencia del fenómeno de La Niña, un hecho que no estaba previsto pero que forma parte del cambio climático que afecta a todo el planeta.
“Por ejemplo, Senagua tenía previsto iniciar un plan de reforestación protectiva (de fuentes hídricas), que a causa de La Niña tuvo que suspenderse”, comentó.
Por ese motivo aseguró que no se trata de modificar o alterar los ciclos productivos, sino que es necesario pensar en planes estructurales que garanticen el acceso al agua.
Un mecanismo será la construcción de embalses como la de Poza Honda y La Esperanza, en Manabí, que según datos de la entidad, abastecen del líquido por un periodo de siete meses en caso de sequía.
“Estamos trabajando en la recuperación de tecnologías tradicionales que en el pasado permitían almacenar el agua lluvia para momentos críticos, pero por ejemplo, en Galápagos, el 80% de las viviendas no tiene canales para recolectarla y lo mismo ocurre en las principales ciudades”, señaló.
Con el agua lluvia, la Senagua planea atender las necesidades de riego y algunas actividades específicas que garanticen la soberanía alimentaria, de modo que el agua potable sea exclusivamente para el consumo humano, con lo cual se espera aprovechar mejor el recurso.
Otro mecanismo tradicional son las albarradas, un proyecto promovido por el Gobierno local de Loja, a través del programa Sembrando el Agua. La iniciativa tiene gran acogida entre los comuneros, y la Senagua pretende extender la idea, principalmente, a la Sierra centro.
“Es una propuesta positiva porque utilizan especies acuáticas nativas que mantienen el agua en la superficie y permiten recuperar fuentes de agua subterránea. Además la inversión es barata porque cuesta entre 8.000 y 10.000 dólares cada albarrada y abastece a unas 100 familias por un tiempo prolongado y se puede regar 20 ó 30 hectáreas”, manifestó Paredes.
Para el productor arrocero, álex Ronquillo, es urgente emprender programas de este tipo, pues con la última sequía en el cantón Daule, en Guayas, se perdieron alrededor de 80 mil hectáreas de la gramínea, lo que representa unos 20 millones de dólares.
No obstante, admite que las pérdidas pudieron ser mayores porque en tiempo de invierno la producción se reduce entre un 15% y 20% por temor a las inundaciones, aunque este año la situación fue a la inversa. “Hasta el momento la situación está controlada porque la siembra se redujo y aquellos arrozales que están en zonas de riego están bien y manejamos un excedente, pero de los cultivos afectados un 70% se perdió y el 30% restante saldrá con características deprimidas”, expresó.
A inicios de mes, el Ministerio de Agricultura informó que 180 mil hectáreas de arroz y maíz se perdieron a causa de la sequía y que otras 210 mil estaban afectadas, por lo que el Gobierno destinaría 46 millones de dólares para afrontar la emergencia.
Ronquillo pide a las autoridades más planificación con el fin de evitar nuevas crisis por falta de agua, a través de planes integrales.