En entrevista exclusiva con DW, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, analiza los retos económicos a los que se va a enfrentar América Latina durante la próxima década.
DW: Hace poco más de un mes, el FMI redujo considerablemente las perspectivas de crecimiento de América Latina y el Caribe y proyectó que en 2014 la región se expandirá un 1,3 por ciento, la tasa más baja desde 2009 y 1,2 puntos porcentuales por debajo de las previsiones de abril. En su informe, el FMI explicó como causa la «ralentización tanto de la demanda externa como una demanda interna más débil» que está sufriendo la región. La CEPAL, por su parte, pronosticó en agosto un crecimiento 0,5 puntos inferior al que predijo en abril. ¿Qué le ocurre a la economía de Latinoamérica?
Alicia Bárcena: Nosotros inclusive en 2013, en el balance preliminar hicimos una prospectiva para este año del 2,2 %, que después tuvimos que reducir al 1,8% y que seguramente tengamos que reducir aún más, hasta el 1,3% antes de final de año. Estamos sólo una décima por encima del FMI. Lo que le ocurre a la región es que hay tres economías que están creciendo mucho menos de lo esperado en este período. Brasil, por encima del resto, ha pasado de crecer un 1,4% a hacerlo un 0,4%. Chile, por su parte, pasa de un 3% a un 1,3%; y Ecuador, que aunque es una desaceleración menor –de 5% a 4,5%-, también cae en esta tendencia. Sin duda también Argentina y Venezuela, dos economías con cierta incertidumbre que van a tener crecimiento negativo. En el resto de la región, Centroamérica y México tienen un mejor desempeño que el resto de economías sudamericanas. El ciclo se revierte. Aunque en México se esperaba un mayor crecimiento, en Centroamérica estaremos en torno al 3,5-4%.
Las causas de esta desaceleración son, por un lado, una caída importante de las exportaciones. En 2011, teníamos un ritmo de exportaciones del 23%. Este año, solamente del 0,8%. ¿Por qué sucede esto? En gran parte porque los mercados de destino de América Latina, Europa sobre todo, han tenido problemas. También China, que no es que tenga problemas, pero también su economía se está desacelerando. Estábamos acostumbrados a que China creciese en dos dígitos, y ahora está haciéndolo al 7,3-7,5%. Aunque, como he dicho, Europa es el gran problema. Aunque su peso en la economía mundial es similar al de EE.UU., ambas con alrededor de un 12%, Europa juega un papel muy importante en la demanda de importaciones procedentes de Latinoamérica (30% frente al 12% de EE.UU.). Europa es un motor de crecimiento mundial y está pasando por un mal momento.
Por otra parte, el menor crecimiento y el descenso de los ingresos están provocando una caída del consumo en América Latina que, unido al descenso de financiamiento barato procedente de EE.UU. hace que la región se contraiga.
Por último, las tasas de inversión son insuficientes para mover la economía. Las economías que mejor desempeño tienen en América Latina (Colombia, Bolivia y Ecuador) son aquellas que lograron apuntalar la inversión pública como una política anti cíclica.
Durante su discurso en la Conferencia Regional Datos Abiertos celebrada en México D.F. hace poco más de un mes, usted utilizó tres dimensiones para plantear la centralidad de la igualdad en el desarrollo. La primera dimensión es la que tiene que ver con la abolición de privilegios y la igualdad de derechos. La segunda, la necesidad de lograr una igualdad real en lo que a la distribución de recursos en la sociedad se refiere. Por último, planteó equidad en lo que se refiere a “la extracción y uso de los recursos naturales (…) con costos que se avecinan en el ámbito del cambio climático, el hacinamiento urbano y el deterioro ecológico planetario”. ¿Cómo es posible que haya países que utilicen un modelo de economía extractivista sin pensar en las consecuencias que esto supondrá para las futuras generaciones?
Creo que la humanidad en su conjunto está viviendo una época de conversión entre un sistema de privilegios a una cultura de la igualdad. Por eso nosotros hablamos de un cambio de época, y no de una época de cambio. En Latinoamérica vemos este cambio en mayor medida, porque somos la región más desigual del planeta. La segunda tensión, la que se refiere a la distribución de las rentas, ha creado grandes brechas distributivas.
A la que usted se refiere, al extractivismo versus un uso sostenible de los recursos naturales, ese es uno de los cambios paradigmáticos más profundos hacia donde tiene que ir la humanidad. Nosotros, en América Latina, nos hemos concentrado en extraer recursos, sobre todo no renovables –hidrocarburos, minerales, gasíferos- y no hemos procesado esos recursos, si no que los hemos exportado directamente. Asimismo, tampoco hemos logrado que esas ganancias se redistribuyan mejor hacia el interior de la región, o bien se reinviertan en otros sectores productivos. Esto es algo totalmente insostenible. La economía que viene, la futura, va a ser una economía descarbonizada y circular.
Hoy en día se están haciendo progresos en nuevas tecnologías, sobre todo en los países desarrollados, que promueven la creación de estas economías circulares haciendo un mejor uso de los recursos naturales. En nuestro caso, creo que vamos a tener poca capacidad porque hemos sacado todo de la región: el oro, el cobre, la plata… todo se exporta. Nos estamos quedando sin el recurso natural, sin haber invertido en otros sectores y sin la capacidad de crear una economía circular.
Viendo el precio del petróleo hoy en día…
Creo que ese el otro punto. Nosotros venimos de un boom del precio de las materias primas muy alto, en gran medida por la alta demanda china. Aunque creo que los precios no van a caer a niveles anteriores a la década de los noventa, esa dependencia de los recursos naturales tiene que terminar. Tenemos que pasar a una economía más diversificada, más basada en conocimiento, aprovechando por otro lado el bono demográfico.
Hoy en día, la población de que predomina en América Latina – entre 15 y 60 años- tiene la posibilidad de mejorar sus capacidades, absorber el progreso técnico y tiene la opción de provocar este cambio de orientación. Ojalá podamos tomar esa ventaja.
¿Observa la CEPAL una mayor tendencia extractivista en ciertos países, dependiendo que quién gobierne en ellos?
Sí, definitivamente. Vemos que hay países que están comprometidos a realizar una diversificación de su matriz productiva. Uno de ellos es Ecuador, que ha tomado el toro por los cuernos y ha logrado diversificar su economía. De esa forma, nos han invitado a observar cómo se comportan las cadenas de valor en 14 sectores. Estamos haciendo estudios específicos de esos sectores para ver cuáles son aquellos que tienen mayor capacidad de diversificación. Ecuador también hizo una renegociación de los acuerdos petroleros con esas empresas de manera que las regalías pudiesen revertir en mayores ganancias para el país. ¡Las empresas seguirán ganando mucho, pero no tanto!
Hay países que podrían hacer una renegociación de esta naturaleza, aunque lo ideal sería que todos los países del entorno lo hiciesen al mismo tiempo para lograr establecer un marco más homogéneo de trato en el que las empresas ganen –la inversión directa extranjera y la inversión nacional-, pero en el que al mismo tiempo se produzcan regalías que se puedan distribuir mejor.
Otro país que pondría como ejemplo es Bolivia. Aunque ellos hicieron una nacionalización del gas, con las ganancias empezaron a invertir en infraestructura, lo que ha permitido una revalorización de los bienes públicos: vivienda, transporte, hospitales. El salto que Bolivia tiene que dar ahora es invertir en nuevos sectores productivos para poder diversificar esa capacidad. Esos dos países son bastante ejemplares.
Los otros dos que tienen esa capacidad son Argentina y Brasil. Brasil sobre todo, porque tiene una gran demanda interna, muy interesante para industria automotriz o la metal-mecánica. Aunque es un mercado atractivo, en los últimos años ha prevalecido el extractivismo. México también, porque está mucho más diversificado. Las causas son, claro, la cercanía a EE.UU. y por su inserción en algunas cadenas de valor de la economía estadounidense, aunque a niveles muy bajos tecnológicamente hablando.
El cultivo de bienes negociables (soja, trigo, caña) se está extendiendo en numerosos países latinoamericanos, como por ejemplo Argentina. ¿Es un problema a ojos de la CEPAL?
Depende. Argentina es un país bastante diversificado, que ha sido muy exitoso sobre todo en el ámbito agrícola. Posicionarse como un productor de alimentos hoy en día en el mundo es muy importante, sobre todo si se hace de una forma tecnificada. Lo ideal sería que se pudieran hacer cadenas de valor más profundas los países de la alianza Mercosur: Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil. Está empezando a suceder, aunque todavía de manera muy incipiente. No lo veo como un problema.
Y que esos bienes se exporten sin procesar, en vez de promover un tejido industrial que sea capaz de producir bienes de consumo, ¿no es un problema?
Sí claro, por supuesto. Eso es lo que hoy estamos proponiendo, que el valor agregado se quede en los países. El problema son los mercados. El acceso a la soja, por ejemplo, no tiene arancel. El problema es que la importación de soja tiene unos aranceles del 30-40%. Entonces eso es lo que nuestra región está tratando de explicar. Es un baile de dos lados. Si quieren que abramos nuestro mercado y seamos menos proteccionistas, el resto de mercados también tienen que serlo. Latinoamérica necesita acceso pleno para sus productos elaborados.
Para luchar contra la pobreza y promover un mayor desarrollo social en Latinoamérica, usted plantea la necesidad de realizar un salto tecnológico que promueva un cambio de la producción y el consumo, y que redefina la ecuación Estado-mercado-sociedad. A efectos prácticos, ¿qué hay que hacer para lograr esta revolución técnica?
Ese es el gran problema. Creo que hay varias cosas aquí. Lo primero que hay que impulsar es una educación técnica que garantice una inserción mayor en los niveles intermedios de productividad. Eso se tiene que hacer de la mano de las empresas, de ahí el acuerdo Estado-mercado-sociedad. Tiene que haber pactos entre empresas, universidades y la gente en general para ir articulando mejor el mercado de trabajo con la educación por un lado, y con la productividad, por el otro. Sentimos que las empresas multilatinas tienen que convertirse en las grandes impulsoras de la articulación de las cadenas de valor. Para ello, se requieren planes industriales. La región tiene que industrializarse.
Diez países ya han implantado este tipo de planes que tienen como principal objetivo mejorar la productividad a través de una mejora tecnológica, evitando un descenso de los salarios. Aumentar la productividad requiere estrategias políticas nacionales. El desarrollo de nuevos sectores y la diversificación de las estructuras productivas requieren el apoyo de inversores privados y necesitan de una regulación propicia. La economía circular en todos sus sentidos y el cambio de la matriz energética son los temas centrales de esta revolución. Somos una región muy ineficiente energéticamente hablando. Ahí vamos a necesitar grandes proyectos. En la década de los setenta, una de las industrias que provocaron el cambio de la matriz productiva en América Latina fue la automotriz, y sobre todo la alemana. Necesitamos una segunda ola de industrialización en América Latina, y para ello hace falta la ayuda de la inversión extranjera, como la alemana, por ejemplo.
¿En lo que se refiere a la sostenibilidad: A qué desafíos sociales, económicos y medioambientales se van a enfrentar Latinoamérica y el Caribe durante la próxima década?
En cuanto a los desafíos sociales, creo que porque estamos llegando a una meseta en la parte de poder sacar a más gente de la pobreza, sólo por programas sociales, por transferencias públicas, vamos a tener que pasar a una nueva generación de política social en la que se tiene que combinar la salida de la pobreza con transferencias condicionadas o no contributivas, y con programas productivos. Es decir, analizar cómo se pueden articular las economías agrícolas familiares con programas como los que está realizando la FAO, por ejemplo. Ese es un problema: cómo nos movemos de transferencias a empleo. El empleo con derechos es la llave de salida de la pobreza.
La época en la que vivimos nos empuja a lograr una mayor tecnificación, a costa de desplazar el empleo. Creo que va a haber necesidad de crear nuevos sectores (cultivo de tierras, reciclaje…) que requieren mucha mano de obra en parcelas como la del desarrollo sostenible.
Nuestra región tiene una urgencia en lo referente al desarrollo sostenible. El 80% de América Latina está urbanizada, y estas ciudades anteponen los bienes privados a los públicos. Mientras en América Latina no paguemos más impuestos, no lograremos generar bienes públicos. Para ello necesitaremos de Estados que sean capaces de administrar esos impuestos. Esa dimensión virtuosa Estado-mercado-sociedad, en la que la sociedad paga impuestos, el Estado los distribuye adecuadamente y el sector privado participa virtuosamente, forma una cadena que es la que hace más falta en este momento.
En los últimos tiempos se está hablando mucho del levantamiento del embargo a Cuba. ¿Qué opina la CEPAL acerca de ello?
Estamos totalmente a favor de que se levante el bloqueo. Llevamos 52 años de bloqueo en Cuba. En 2011 se hizo un cálculo acerca de lo que le ha costado a Cuba este bloqueo, y se estimaba en 120.000 millones de dólares. Es el momento de hacerlo. ¿Qué está pasando en Cuba? He llegado a la conclusión de que, en este momento, el bloqueo puede perjudicar más a EE.UU. que a Cuba. Cuba se está abriendo y está cambiando su modelo de actualización económica.
Acaban de hacer una feria de inversión directa extranjera, abriendo nuevos sectores, están esperando una inversión de alrededor de 8.900 millones de dólares y, por el bloqueo, empresas norteamericanas no van a poder participar. Aunque hay condiciones para esta apertura, me parece muy interesante que Cuba se abra a una actualización de su modelo económico desde la igualdad. Mientras que el resto de América Latina tiene que actualizar su modelo económico para lograr la igualdad, en Cuba la igualdad es un principio y una realidad social. Cuba tiene que modificar su modelo económico, y eso es lo que está haciendo.