Un equipo de científicos del clima investigó las olas de calor extremas y su impacto en diferentes regiones del mundo. En el verano boreal de 2021, se superó el récord de temperatura de todos los tiempos en Canadá por casi 5 ℃, estableciendo una nueva marca de 49,6 ℃ en la pequeña aldea de Lytton. Este evento sorprendió a los científicos, ya que desde una perspectiva estadística parecía imposible.
Los investigadores querían determinar si la ola de calor en el noroeste de Norteamérica era única o si otras regiones habían experimentado eventos estadísticamente inverosímiles similares. Su objetivo era identificar las regiones en mayor riesgo en el futuro. Descubrieron que el 31% de la superficie terrestre ya ha experimentado un calor similar, aunque el evento en Estados Unidos y Canadá fue excepcional incluso dentro de estos eventos.
El estudio también analizó datos de modelos climáticos que simulan el clima global. Encontraron que hay regiones que aún no han experimentado eventos extremos, pero que tienen una mayor probabilidad de enfrentar temperaturas récord en el futuro cercano. Estas regiones pueden estar menos preparadas debido a la falta de experiencia en eventos atípicos y a factores socioeconómicos, como el tamaño de la población y el nivel de desarrollo.
El trabajo destaca dos temas importantes. En primer lugar, las olas de calor extremas pueden ocurrir en cualquier parte del mundo, y no se debe depender únicamente de registros históricos para predecir la máxima temperatura posible. Las autoridades deben prepararse para eventos excepcionales según los registros actuales. En segundo lugar, existen regiones cuyos registros históricos no son excepcionales y, por lo tanto, tienen mayor probabilidad de enfrentar récords de temperatura en el futuro. Estas regiones deben prepararse para el impacto de olas de calor sin precedentes.
Es crucial que las autoridades tomen medidas para mitigar los efectos de las olas de calor extremas en todo el mundo y que las regiones menos preparadas se anticipen a eventos futuros. Este estudio resalta la necesidad de considerar escenarios más extremos y de planificar estrategias de adaptación al cambio climático en relación con las olas de calor.