Coronas, desfiles y paracaidistas honraron el mayor ataque anfibio de la historia el 6 de julio de 1944, en la Segunda Guerra Mundial, cuando 160.000 soldados estadounidenses, británicos y canadienses desembarcaron para enfrentar a las fuerzas alemanas, propiciando su derrota y el advenimiento de la paz en Europa.
Flanqueado por encorvados veteranos de guerra, algunos en sillas de ruedas, el presidente estadounidense, Barack Obama, se unió al presidente francés, Francois Hollande, para conmemorar la victoria y reafirmar la solidaridad entre ambos países en el Cementerio Americano de Normandía, ante las 9.387 lápidas de mármol de los soldados estadounidenses caídos.
Obama dijo que el trecho de 80 kilómetros de costa de Normandía -donde los soldados aliados arribaron bajo fuego en playas denominadas en clave Omaha, Utah, Gold, Sword y Juno- era una «diminuta franja de arena sobre la que yace más que el destino de una guerra, sino el curso de la historia de la humanidad».
«Omaha -Normandía- fue la cabecera de playa de la democracia», dijo Obama. «Y nuestra victoria en esa guerra determinó no sólo un siglo, sino que moldeó la seguridad y el bienestar de toda la posteridad», agregó.