La crudeza de lo que está sucediendo en el condado de Orange -uno de lo lugares con un mayor número de centros de desintoxicación de todo EE.UU.- se ve reflejada en el documental «Behind the Orange Curtain» (Tras la Cortina Naranja).
El documental relata la batalla de padres y madres contra las adicciones de sus hijos. Se trata de un relato estremecedor en el que padres y madres cuentan la batalla que libraron -y en muchos casos perdieron- contra las adicciones de sus hijos y contra un sistema que criminaliza el consumo de drogas y no ofrece alternativas para la rehabilitación.
Este documental vio la luz gracias al empeño de Natalie Costa, una pequeña empresaria de la localidad de Laguna Woods que decidió que tenía que hacer algo tras ver como varios jóvenes de su comunidad morían de una sobredosis.
«Como muchos padres vivía en una burbuja. No tenía ni idea de que los jóvenes estuvieran utilizando opiáceos y heroína para colocarse. No fue hasta que Mark, el hijo de una amiga, murió de una sobredosis, que fui consciente de lo que estaba pasando», relata Costa en conversación con BBC Mundo.
A través de la página de financiamiento colectivo KickStarter, Costa recaudó más de US$40.000 para sacar delante el documental, que fue dirigido por Brent Huff, y para el que contaron con la colaboración desinteresada de decenas de personas.
«El problema en el condado de Orange es enorme. Todo el mundo conoce a alguien que ha sufrido una adicción. En muchos casos se trata de jóvenes de familias con dinero que tienen demasiado tiempo libre. Consumen las drogas por las tardes cuando salen de la escuela y sus padres están todavía en el trabajo».Costa cree que muchos progenitores no quieren ver lo que está sucediendo ya que «piensan que algo así no les puede pasar a ellos».
«En las actividades informativas que organizamos para concienciar sobre este problema la asistencia suele ser baja y al final muchos de los que vienen son padres de jóvenes adictos o que han muerto de una sobredosis (…) Si se tratara de una epidemia de una enfermedad común los padres correrían al medico para que les pusiera una vacuna a sus hijos. La realidad es que tenemos una epidemia y la única forma de combatirla es a través de la educación».
Costa, junto con algunos de los padres que aparecen en «Behind the Orange Curtain», trabaja para presionar a las autoridades para que se introduzcan cambios legislativos que hagan más difícil el acceso a los medicamentos, al tiempo que abogan para que a los adictos se les deje de tratar como simples delincuentes.Sus esfuerzos dieron sus frutos cuando el 1 de enero de 2013 entró en vigor en California una ley del «buen samaritano», que permite que una persona que esté consumiendo drogas con alguien que esté sufriendo una sobredosis, pueda llamar a los servicios de emergencia sin que haya peligro de que se presenten cargos en su contra por posesión o consumo de sustancias ilegales.
Y es que han sido muchos los jóvenes en el condado de Orange que han fallecido después de que las personas con las que estaban tomando drogas no se atrevieran a pedir ayuda por miedo a ser detenidos.
«No me quedaba nada»
Alguien que conoce muy bien la problemática que se está viviendo en Orange es Kaitlyn Bash, una joven de 26 años que durante una década estuvo enganchada a una larga lista de sustancias.
Bash empezó a consumir alcohol y marihuana a los 13 años «por pura diversión». Según le contó a BBC Mundo, «tras el divorcio de sus padres vivía con su madre y pasaba mucho tiempo sola en casa haciendo lo que le venía en gana».A los 14 años ya era consumidora habitual de éxtasis y metanfetaminas y a los 16 entró por primera vez en un programa de rehabilitación que le ayudó a dejar las drogas durante dos años.
«A los 18 años, después de dos años sin tomar nada, pensé que podría empezar a divertirme como cualquier chica de mi edad y ahí fue cuando probé por primera vez la heroína», explica.»Estaba viviendo en un motel. Se me había acabado el speed y los chicos con los que estaba eran adictos a la heroína y ellos me la dieron a probar por primera vez. (…) Desde ese momento pasé a consumir heroína cada día. También tomaba pastillas ya que encontré varios médicos que podían proporcionarme cualquier cosa que quisiera».
«Estaba viviendo en un motel. Se me había acabado el speed y los chicos con los que estaba eran adictos a la heroína y ellos me la dieron a probar por primera vez. (…) Desde ese momento pasé a consumir heroína cada día»
En los dos años que estuvo consumiendo heroína, Kaitlyn Bash, tuvo dos sobredosis. El día que sufrió la segunda, pasó ocho horas inconsciente y se despertó «sola y cubierta de vomitado».»Ahí fue cuando me di cuenta de que no me quedaba nada. Mi familia no quería saber nada de mí y el exnovio con el que estaba viviendo tampoco, ya que él quería desintoxicarse y yo no».
«Mi madre me dijo que podía volver a casa sólo si lo dejaba. Ahí fue cuando me dije que si la heroína no me había matado iba a estar sobria. De esto hace cuatro años y medio», relata.
Bash cree que uno de los grandes errores que cometen los padres de jóvenes adictos es que «no saben decirles 'no' a sus hijos». «En el momento en el que mis padres me cerraron la puerta fue cuando reaccioné», explica.