El ex guerrillero Salvador Sanchez Cerén, candidato del oficialismo, ganó las elecciones del domingo en El Salvador pero enfrentará en una segunda vuelta en marzo al derechista Norman Quijan para dirimir la presidencia del violento y empobrecido país centroamericano.
Sanchez Cerén, actual vicepresidente, obtuvo el 48,95% de los sufragios mientras que Quijano el 38,96%, según al recuento del 81% de los votos, informó el Tribunal Supremo Electoral (TSE).»Nos dieron el triunfo en la primera vuelta y estamos seguros que en la segunda vuelta no van a ser 10 puntos: van a ser más de 10 puntos, una gran victoria», dijo ante la prensa Sánchez Cerón, actual vicepresidente salvadoreño.
Quijano se dijo listo para la «gran batalla» del 9 de marzo. «El haber pasado es una muestra de que sí se puede ganar», señaló Quijano ante decenas de simpatizantes.
De 69 años, Sanchez Cerén es el candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), la exguerrilla convertida en partido político que llevó al poder en 2009 al presidente saliente Mauricio Funes.
Si gana, sería el primer guerrillero electo por el voto popular en El Salvador y el tercero en América Latina detrás del presidente de Uruguay José Mujica y de la de Brasil Dilma Rousseff.
Fue uno de los comandantes de la guerrilla del FMLN en la guerra civil que duró 12 años y concluyó en 1992 con un saldo unos 75.000 muertos. El «comandante Leonel González», su nombre de guerra, fue también uno de los cofirmantes de los acuerdos de paz de 1992.
Sánchez Cerén dice ofrecer «un gobierno abierto con la participación de diferentes sectores» y mantener las políticas sociales del presidente saliente.
Mientras, Quijano, de 67 años, es un líder orgulloso de su anticomunismo que cuenta con el respaldo de sectores empresariales. Propuso trabajar para conseguir «más seguridad y más empleo» y, especialmente, convertir al país en una nación «libre de maras (pandillas)».
«Uno lo que pide es que el próximo presidente nos traiga paz y trabajo, que nos de más seguridad, no para nosotros los viejos, sino para todos los jóvenes y los niños», decía Noé González, un contador jubilado de 73 años, al votar en Mejicanos un poblado infestado de pandillas en la periferia norte de San Salvador.
Desangrado por la guerra civil desatada en los años 80, El Salvador es hoy uno de los países más violentos del mundo con un elevado índice de criminalidad urbana. Al mismo tiempo su economía está debilitada por un magro crecimiento que ha condenado a la emigración a buena parte de su población.Restaurada la paz en 1992, El Salvador tuvo cuatro elecciones presidenciales; tres de ellas ganadas por ARENA, la alianza derechista que tiene como candidato a Quijano y que era el enemigo del FMLN en la guerra civil.
Pandillas y pobreza
Al futuro mandatario, que asumirá el 1 de junio, le espera el desafío de lidiar con las pandillas, que pese a que mantienen desde marzo de 2012 una tregua que redujo los homicidios de 14 a 6,8 por día, extorsionan y controlan barrios enteros.Unos 10.000 pandilleros están en las cárceles y otros 50.000 en las calles.
Para enfrentar el problema, Sánchez Cerén propone programas de reinserción a la sociedad a cambio de que dejen los crímenes; mientras que Quijano, que acusa al gobierno del FMLN de haber «pactado» la tregua con las pandillas, prometió «mano dura».El nuevo mandatario deberá atender también una economía que apenas creció 1,9% en 2013, elevar la recaudación fiscal, atender la situación de las pensiones y sobre todos los niveles de pobreza (40,7% de los 6,2 millones de salvadoreños) y de subempleo del 30%.
El país, cuya economía se sustenta de las remesas de salvadoreños que viven en el exterior, tiene pocas posibilidades de contraer nuevos empréstitos, con una deuda externa que a setiembre de 2013 sumaba unos 13.800 millones de dólares, el 55,3% del PIB.
Cualquier candidato que resulte ganador deberá buscar alianzas en el Congreso de 84 escaños, que deberá renovarse en 2015.El exdirector de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), Juan Héctor Vidal, advierte sobre la necesidad de que el nuevo presidente busque «un pacto nacional de consenso» para afrontar los problemas del país.
En estos comicios, vigilados por 62 observadores de la OEA y unos 1.800 extranjeros de otras instituciones, se implementa por primera vez el llamado «voto residencial». Unos 10.000 salvadoreños votaron en el exterior desde diciembre y enviaron el sufragio vía postal.