«Argentina produce un volumen de alimentos 10 veces superior a su número de habitantes», aseguró Verónica Caride, funcionaria del Ministerio de Agricultura de Argentina, en un panel en el marco de la Feria Agrícola y de la Alimentación (Grüne Woche), en Berlín.
«Nuestro país está en condiciones de aumentar en forma sustentable su producción, que ofrece al mundo. Cuenta con tecnología punta y experticia en las cadenas agregadas de valor». La funcionaria aseguró que su país está comprometido con la seguridad alimentaria, el combate a la pobreza y la sustentabilidad.
Actualmente casi el 100% de los cultivos de soja , más del 50% de los de algodón y más del 40% de los cultivos de maíz argentinos son transgénicos. Bien conocidos son los riesgos que conlleva este tipo de cultivos, que según medioambientalistas están lejos de ser sustentables, por considerarlos un riesgo para la salud humana, el medioambiente y los pequeños agricultores.
«Esta tecnología es la oportunidad para el mundo para incrementar fuertemente los rendimientos agrícolas. Existe un exhaustivo análisis antes de la aprobación de cada uno de los productos. En todo el Continente Americano, no sólo en Argentina, hay un auge. Esto ha incrementado fuertemente la superficie cultivada con semillas biotecnológicas. También estamos trabajando para desarrollar esta tecnología en donde la competencia internacional es muy fuerte», aseguró Caride.
La funcionaria reconoció que la expansión de los cultivos ha sido exponencial desde principios de la década de 1990, no sólo en los rendimientos por hectárea sino en la ampliación de la frontera agrícola. Estos cultivos pasaron de 1,7 millones de hectáreas en 1996 a más de 170 millones de hectáreas cultivadas en el 2012.Mundialmente se observa que los países en desarrollo, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Chile, Costa Rica y Sudáfrica, entre otros, así como en Estados Unidos, es en donde se ha registrado un mayor crecimiento de estos cultivos, que van a la par de una preferencia en los países industrializados europeos por los productos orgánicos, que provienen de cultivos sin herbicidas.
La experta en biotecnología y bioética alemana Hedwig Emmering, asesora del Partido de Los Verdes, explicó que la tecnología genética es controvertida en Alemania, en donde no es considerada sustentable. Emmering preguntó a los ponentes si había conciencia en Argentina de que los consumidores alemanes no quieren estos productos.
«Tengo la impresión de que los problemas que vemos en Europa asociados a la manipulación genética no son percibidos en Argentina, por lo menos no a nivel político. Me sorprendió que no haya sido respondida mi pregunta al detalle, abordando los problemas conocidos, la resistencia que generan los agrotóxicos en hierbas e insectos, pero también las grandes cantidades de pesticida que utilizan y los peligros para la población local. No queremos tener productos genéticamente manipulados en los alimentos. Eso no lo toman en cuenta y es sorprendente porque eso reduce sus posibilidades de exportar», afirma la experta en conversación con DW.
Alemania importa soya genéticamente manipulada de Brasil, que es usada como pienso de animales. «En teoría podría ser usada como alimento porque no hay ninguna restricción, pero el consumidor no compraría estos productos, que en el futuro serán etiquetados, aunque hayan sido usados como pienso animal, para que el consumidor los distinga» explica Emmering.
«Incluso como consumidores sabemos que estos cultivos tienen desventajas para la salud y para la biodiversidad en los países en donde se cultivan y no queremos apoyar este desarrollo. No queremos esos cultivos en Europa, ni queremos importarlos», afirma contundente la experta.
El mercado de la biotecnología aplicada a la agricultura es dominado por un puñado de multinacionales, en particular Monsanto, que cuenta con más del 90% de las patentes de semillas transgénicas, que vende con la promesa de que se necesitan menos herbicidas para combatir plagas, malas hierbas y enfermedades de las plantas.
Sin embargo los fertilizantes y herbicidas son vendidos por las mismas corporaciones. La soja transgénica RR, resistente al glifosato, que contiene el herbicida Roundup, es producido por Monsanto, unos 700 millones de litros de glifosato al año son esparcidos en los cultivos en los países del Cono Sur. También se ha incrementado el uso de otros agrotóxicos como el paraquat, cuya comercialización está prohibida en los países de la Unión Europea desde 2007, por asociársele con desórdenes neurológicos, como el mal de Parkinson.
«Sabemos que toda innovación conlleva riesgos y si hay que volver hacia atrás, habrá que hacerlo», respondió por su parte Francisco Iguerabide, vicepresidente de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola, AACREA.
«Hasta ahora la ciencia nos ha permitido mejorar los indicadores ambientales y queremos producir más por dos motivos: como país es lo que tenemos para ofrecer al mundo, pero además, el mundo seguirá creciendo, los humanos queremos ser más y Argentina también lo necesita. Cada país analiza qué es lo que le puede ofrecer al mundo para generar desarrollo social, pero de ninguna manera estamos dispuestos a hipotecar aquello que hoy en día nos permite desarrollarnos y crecer», dice, y explica que él como productor, trabaja al aire libre y vive en el campo. «No quiero para mis hijos un campo deteriorado».
Iguerabide se llama a sí mismo empresario. «Tengo una organización, pero también soy un productor porque mi empresa genera granos para la industria. Es difícil separar hoy en día entre campo e industria», dice. Su producción asciende a 10.000 toneladas de granos de soya, maíz y trigo al año, la mayor parte son cultivos transgénicos.
«Es una tecnología que ha sido beneficiosa y no solamente está presente en los alimentos, también está en los medicamentos y llega hasta la vestimenta. La biotecnología es una forma de conducir la genética que mejora las especies. Hace varios años que se descifró el genoma humano, es parte de la evolución en el conocimiento científico», afirma Iguerabide.