Conversar con Josefina Vega es como recibir una clase de historia. A un mes de cumplir 80 años no se le borran los recuerdos de la guerra del 41, cuando todos los civiles fueron evacuados para ponerlos a salvo.
El sonido de las balas y los cañonazos siguen frescos en su memoria. A los 7 años no entendía por qué un país invadía a otro o por qué algunas familias eran separadas debido a su nacionalidad.
En aquel entonces -relata- personas de otras provincias llegaron a la zona para trabajar en las haciendas caucheras, las cuales quedaron abandonadas a raíz de la conflagración. Ella residía en la Bello Horizonte (Orellana), pero desde el enfrentamiento armado tuvo que trasladarse a lo que hoy es Nuevo Rocafuerte.
A la naciente población llegó también Eduardo Vega, un excombatiente con quien se casó varios años después y procreó 18 hijos. Eduardo le contaba anécdotas de la guerra, como cuando los soldados ecuatorianos recibieron clavos en lugar de proyectiles.
Tras el Tratado de Río de Janeiro, Rocafuerte se quedó con Perú y pasó a llamarse Cabo Pantoja. Algunos evacuados y expulsados del territorio fundaron Nuevo Rocafuerte.
Mientras desenreda su memoria, los ojos de Josefina se nublan. Quedó viuda hace 11 meses y trata de salir adelante con el menor de sus hijos. Tienen una panadería, pero no siempre cuentan con harina. La lejanía (12 horas en canoa desde El Coca) les dificulta comprar la materia prima.
La distancia les impide a los parroquianos tener todo lo necesario, por lo que en las tiendas de la localidad siempre hace falta algo. Por suerte, la mayoría de pobladores tienen huertos y crían animales de granja. No les falta ni yuca ni gallinas para comer.
Otra «gran desventaja» podría ser no contar con autos, pero al carecer de carreteras y ante la cercanía entre los caseríos se vuelven innecesarios. Solo transitan motos, bicicletas y el carro recolector de basura, por lo que el riesgo de accidentes de tránsito es casi nulo. Las emergencias médicas son otras: infecciones respiratorias, diarrea y parasitosis.
La hermana Tania Cox, administradora del Hospital Fiscomisional Franklin Tello, revela que, en promedio, incluidos los partos, se atienden cada mes de 200 a 300 pacientes.
A este sanatorio, con casi cinco décadas de existencia, concurren personas de Nuevo Rocafuerte, de las comunidades Bello Horizonte y Florencia; indígenas de Llanchama, Yanayacu y hasta de Cabo Pantoja.
La religiosa indica que al menos un 10% de los pacientes que llegan mensualmente provienen de Perú. Han atendido a militares del destacamento del Batallón de Infantería Cabo Pantoja. «Desde hace cuatro años, el hospital es binacional, pero solo en atención, porque financieramente toda la inversión es ecuatoriana, tanto del Vicariato Apostólico de Aguarico, como del Ministerio de Salud», asegura Cox.
Tiputini
A 40 minutos en canoa, hacia el occidente por el río Napo, está Tiputini, que desde el 8 junio de 2008, luego de una consulta popular, desplazó a Nuevo Rocafuerte como cabecera cantonal de Aguarico.
Fabián Romero, síndico del Municipio de Aguarico, narra que el Cabildo envió al Ejecutivo el proyecto de Ley para legalizar a Tiputini como cabecera cantonal y éste lo remitió al Legislativo. Tiene el informe de 2010 de la Comisión Especial de Límites Internos de la República (Celir), pero la Asamblea no aborda el tema todavía. «Legalmente la cabecera cantonal de Aguarico era Rocafuerte, no Nuevo Rocafuerte. Lo que era Rocafuerte ahora está en Perú. Nuevo Rocafuerte nunca se legalizó como cabecera», detalla.
La vida en Tiputini es similar a la de Nuevo Rocafuerte, sin autos, con habitantes que sobreviven con recursos de autosubsistencia y con dificultades para movilizarse.
Por este motivo, el Municipio de Aguarico puso cuatro canoas a disposición de las comunidades que salen los miércoles y los sábados (08:00) desde El Coca hasta Fronteras del Ecuador, pasando por Nuevo Rocafuerte.
El costo del pasaje es de 10 dólares, cinco menos que el transporte fluvial privado. De este servicio se benefician los colonos de Alta Florencia, Puerto Miranda, Santa Teresita, Boca Tiputini, Vicente Salazar, entre otros.
Un aspecto importante en Nuevo Rocafuerte y Tiputini es la baja incidencia de la delincuencia, que tiene en contra un alto índice de consumo de alcohol. Romero menciona que acá la gente no padece hambre, por eso se explica el poco flujo migratorio hacia el exterior, como sí ocurre con los pobladores pobres de otras provincias. Según el Censo de Población y Vivienda de 2010, el registro de población migrante de Nuevo Rocafuerte es de 5 personas, mientras que en Tiputini no hay constancia de viajeros.
Obras
Paralelamente al adoquinamiento de las calles de Tiputini y el arreglo de la tubería de agua potable en Nuevo Rocafuerte que efectúa el Municipio de Aguarico, el Gobierno Nacional ejecuta la Unidad del Milenio de Nuevo Rocafuerte.
Según Marco Naranjo, residente de obra, el avance de los trabajos es del 30 por ciento. Las labores comenzaron en marzo pasado y terminarán en abril de 2014. El proyecto ha generado empleo para el sector: 70 personas de mano de obra no calificada constituyen el 80% de plazas ocupacionales. El edificio contará con residencia para alumnos y profesores de áreas lejanas.
Franklin Cox, alcalde de Aguarico, está de acuerdo con la explotación del petróleo en los bloques 31 y 43 del Yasuní, ambos dentro de su jurisdicción. Dice que el cantón atenderá sus necesidades con el dinero del crudo. Obras como la Unidad del Milenio y mejoras en salud, transporte y comercio serán posibles con estos recursos.
Feria
Desde los cantones Aguarico, Joya de los Sachas (Orellana) y de Shushufindi (Sucumbíos), todos los sábados acuden a la parroquia Pompeya (Joya de los Sachas), comuneros kichwas, waoranis y colonos a efectuar sus compras semanales.
En el sitio, según Mauricio Jipa, presidente de la comunidad Pompeya, dueña del terreno y de la feria, es poca la presencia de la Intendencia de Orellana y aunque la Policía acude, faltan los operativos.
Roberto Huatatoca, agricultor de café y maíz de Pompeya, se queja por el abuso de los intermediarios. En una semana quienes le compran el café y el maíz que produce le bajaron el valor del saco. Pagaban 14 dólares por bulto, pero siete días después solo le dieron 12. Al no existir controles, los perjudicados son los pequeños productores.
Tampoco hay quién haga cumplir los compromisos a los distribuidores de gas; José Tapuy, teniente político de Pompeya, lamenta las largas colas que deben soportar los ciudadanos ante la impuntualidad de los camiones repartidores.