Los líderes del G20 comenzaron este jueves su cumbre anual en San Petersburgo, centrada en el crecimiento económico y el empleo, pero marcada por los planes de Estados Unidos de lanzar un ataque contra Siria.
La cita arrancó con un acto oficial en el que Vladimir Putin, presidente de Rusia y anfitrión de la cumbre, recibió a los líderes del Grupo en el Palacio de Constantino, situado en la localidad de Strelna frente a las costas del golfo de Finlandia.
La crisis de Siria no figura en la agenda oficial, pero el mandatario ruso propuso abordar el tema durante la cena que los mandatarios celebrarán tras la sesión plenaria.
«Varios de los participantes me han pedido que se les dé la posibilidad de discutir otros temas muy importantes y graves de política internacional que no figuraban en un primer momento en nuestro plan, en particular, la situación en Siria», dijo el Jefe del Kremlin.
Rusia y China se oponen categóricamente a una acción militar. Putin ha advertido que cualquier ataque que no cuente con el visto bueno de la ONU sólo puede considerarse una agresión, mientras que la Cancillería china afirmó hoy que la guerra no es la solución a la crisis.
En tanto que el presidente de EE.UU., Barack Obama, se propone a recabar en San Petersburgo apoyo internacional para lanzar un ataque «limitado» contra el régimen de Bashar Al Asad. Ayer el plan del presidente estadounidense recibió el primer visto bueno por parte de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de su país.
En una carta enviada al mandatario ruso, el Papa Francisco pidió a los líderes mundiales a que no queden «indiferentes» ante el conflicto en Siria y eviten «soluciones militares».
En su discurso de apertura, Putin advirtió del riesgo de una nueva crisis económica, pese a la mejoría en los mercados financieros debido a las medidas adoptadas.