El Gobierno de EE.UU. sostiene que el régimen de Bachar al Asad en Siria ha usado armas químicas contra la población civil y el sábado pasado el presidente, Barack Obama, anunció que pedirá autorización del Congreso estadounidense para una respuesta militar.
El Pentágono ha apostado en el este del Mar Mediterráneo cinco destructores equipados con misiles crucero, y según fuentes militares se ha ordenado el desplazamiento al Mar Rojo del portaaviones Nimitz y su grupo de batalla.
Según la fuente militar, las armas de la Fuerza Aérea podrían ser transportadas por aviones como el Eagle F-15, el Raptor F-22, que todavía no se ha estrenado en combate, y los bombarderos B-1 y B-2.
Ninguna de estas aeronaves operan desde portaaviones. El F-22 y los bombarderos B-1 y B-2 son capaces de eludir la detección por radar y son aptos para penetrar en el espacio de un país, como Siria, que cuenta con fuertes defensas antiaéreas.
Grupos como Human Rights Watch y expertos militares han expresado su preocupación por que el bombardeo de almacenamientos de armas químicas o biológicas pueda liberar los agentes tóxicos con daño aún mayor para la población.
Una de las armas que podrían ser utilizadas para ese cometido, conocida como CrashPad o BLU-119/B, es una bomba con un explosivo incendiario de alta temperatura pensado para incinerar los agentes químicos antes de que sean dañinos, según documentos del Departamento de Defensa estadounidense.
Al igual que otras bombas destructoras de casamatas, esta arma tiene la finalidad de penetrar las estructuras de hormigón antes de que exploten, y forma parte de los arsenales de países como Dinamarca, Egipto, Francia, Alemania, Grecia, Italia, Israel, Holanda, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos.
La bomba tiene una cubierta de acero de unos 254 milímetros de espesor rellena con 240 kilogramos de tritonal, una mezcla de 80 % de trinitrotolueno y 20 % de polvo de aluminio, y un detonador retardado en la cola.
Supuestamente, la elevada temperatura de la explosión destruye los agentes químicos y biológicos antes de que causen daño.
Por su lado, el arma PAW, desarrollada en secreto mientras EE.UU. preparaba la invasión de Irak a finales de 2002, destruye sus objetivos con energía cinética en lugar de explosivos, según documentos militares.
Una vez que la bomba es lanzada desde un avión, la cubierta exterior del arma se separa a una altitud predeterminada lo cual permite que sus 3.700 barras penetrantes individuales, no explosivas, caigan libremente y entren en el objetivo.
Según los militares, con esta munición no hay una ojiva explosiva y el daño colateral es mínimo.
El portal Globalsecurity.org indica que el arma se diseñó para usarla donde sea necesario discapacitar un objetivo sin destruir su entorno.
«Algunos ejemplos incluyen los almacenamientos, depósitos de combustible, subestaciones de energía eléctrica o antenas», añade la información. «Es otra forma de lograr un efecto en el campo de batalla sin una explosión. Estas armas permiten atacar objetivos sin estructura reforzada y hacerlo con el daño colateral mínimo».