Los nervios no son para menos, pues los actores y malabaristas del Circo Social presentan por primera vez la obra «Hacer el envés». Vestuario, maquillaje, pinos, bolas de cristal, pelotas, naipes, banderas y demás objetos mágicos, todo está listo para salir al escenario del Teatro Nacional de la Casa de la Cultura.
Para abrir el espectáculo, el grupo musical alemán «La Escuela» presenta un repertorio para levantar el ánimo de los más de 500 espectadores, hasta que unas enormes cortinas rojas abren paso a un escenario lleno de luces naranjas, rojas y ciertos tonos amarillos.
El ritmo de los tambores es el preámbulo para las acrobacias y la magia, en las que dos de los actores, vestidos como constructores, extraen de un tacho varios objetos de luz que, a momentos, desaparecen inesperadamente.
La música continúa. Los asistentes aplauden con efusividad al ritmo de la percusión, pero, en medio de la fiesta, uno de los actores que interpreta a un deportista, utilizando solo gestos pide a los músicos que hagan silencio. Este es el inicio de una riña entre ellos.
Así, va tomando sentido la historia que en el Circo Social se estrenó ayer de manera gratuita. La obra buscó representar a los distintos grupos culturales que existen en la ciudad y reflejar cómo conviven y se integran, pero que a veces se desconocen. La idea y el guion fueron plasmados por el grupo de teatro Humor y vida.
La música fue un elemento prevalente en cada uno de los actos, especialmente cuando se interpretaba la cotidianidad de la ciudad. Ahí, los actores caminaban rápidamente mientras hablaban por celular, sin detenerse para observar a su alrededor ni para saludar. Todo transcurría deprisa, mientras que al fondo del escenario, detrás de una tela blanca, varias sombras se dibujaban.
La que más llamaba la atención era la de un ser que intentaba salir de una jaula, quien fue puesto en libertad por uno de los malabaristas para permitirle hacer piruetas, trampolines y saltos triples sobre la lona. Los actores se prepararon durante un mes para montar la obra, realizando repasos diarios.
El Circo Social es un proyecto del Municipio y de la Vicepresidencia de la República, que nació hace tres años con el objetivo de rescatar a niños y jóvenes de la calle. Hoy el programa cuenta con más de 200 seguidores, quienes no solo reciben educación artística, sino también apoyo psicológico y emocional de expertos. «Para nosotros es un gran logro que jóvenes y niños en riesgo social se integren y participen en esta propuesta de arte», comentó Nilka Pérez, directora ejecutiva del Patronato San José.
La función está a punto de terminar y del techo del teatro baja lentamente un trapecio. La actriz que interpreta al ave liberada se sube en el columpio y con delicadeza se desliza como si volara, pues sus pies y manos se detienen en el aire mientras el trapecio se mueve de atrás hacia adelante. «El circo es mi vida, en él encuentro compañerismo, solidaridad y quiero seguir actuando. Mis padres están contentos con mi actividad artística y me apoyan», dijo Darío Simba, parte del elenco.
Se espera que en los próximos meses empiece a construirse el espacio permanente donde funcionará el Circo Social. El lugar elegido para la edificación es el parque Bicentenario.