Es lunes y faltaban diez minutos para que sonara el primer timbre de recreo de la escuela mixta Carlos Zevallos Menéndez, dirigida por la psicóloga Amelia Valenzuela. Apenas lo escucharon, los niños de todos los cursos, menos inicial, corrieron al quiosco rojo de 2×2 metros. Allí los pequeños empezaron a pedir a gritos: «señora Pin déme una empanada de queso», otro con centavos en la mano pide, en cambio, «una galleta oreo y una de vainilla».
Este último producto, de acuerdo a la tabla nutricional que se establece como parte del acuerdo interministerial 0004-10, entre los Ministerios de Salud Pública (MSP) y de Educación, no debería expenderse. No obstante, aún se consume en los bares y centros de expendio de varios establecimientos educativos. (ver infografía ampliada)
La licenciada en nutrición de la Dirección Provincial de Salud del Guayas (DPSG), Blanca Ortega, explica que la tabla, que tienen la obligación de cumplir los responsables de los bares de los planteles, consiste en calcular las grasas totales, saturadas, trans, azúcares y sal que contiene el producto, información que se encuentra en la etiqueta.
Para ello, explica, la tabla está clasificada en tres colores (verde: bajo contenido, amarillo: medio contenido y rojo: alto contenido). «Por ejemplo, para medir las grasas, si en 100 gramos una galleta contiene igual o hasta 3 gramos se ubica en el color amarillo, pero si en 25 gramos el fabricante declara 4, significa que en 100 es 16 gramos, por lo que el producto se sitúa por segunda vez en ese color y no podrá expenderse. Lo mismo sucede si el producto por sus gramos en cualquier nutriente se ubica en rojo», indica.
Sin embargo, este es un ejercicio que no se practica en algunos planteles educativos. Valenzuela admitió «que la tabla se cumple un 20% ó 30% por lo complicado que es para los responsables (de los bares). Ellos no están acostumbrados a leer la etiqueta y sumar la cantidad de grasas que contiene el producto. Todavía no vemos cambios en la alimentación, no se ha superado el problema. Aquí hemos tratado de capacitar a los padres de los niños».
Algo similar ocurre en el Instituto Tecnológico Superior Guayaquil, en el que aún en las vitrinas de uno de los dos puntos de expendio de comidas que hay se venden galletas de sal, las rellenas de chocolate y bocaditos de maíz.
La directora de la institución, Ketty Flores Gordillo, califica a la medida como «beneficiosa, porque está bajo criterios y estándares técnicos y avalados por nutricionistas».
Sin embargo, la directiva académica también indica que «tenemos que crear conciencia en los alumnos, a través de las escuelas y los colegios, que los productos que consuman deben ser frescos, nutritivos y bajos en grasa».
Pero no todos ven a la tabla dispuesta en el acuerdo interministerial como una solución a corto plazo, inclusive la ven como una medida «muy drástica». «Alguien que cumpla la tabla es difícil, casi imposible. Hice alguna vez el cálculo y ningún producto entraba y eso representa una pérdida. Aún así esto me ha llevado a reducir la compra de productos fabricados un 100% y disminuirlo a 15%. Por eso aquí encontramos más productos elaborados, como ensaladas, hamburguesas, hot-dog, hechos al instante que piden», afirma con gran molestia Webster Arteaga, administrador de los bares del Instituto Tecnológico Superior Guayaquil.
De hecho, la misma nutricionista de la DPSG dice que hace unas semanas en la Cámara de Comercio se realizó una capacitación con los dueños y administradores de los bares.
En esa cita -cuenta la funcionario- la mayoría de los asistentes se resistió a cumplir la tabla. «Empezaron a decir que entonces que cierren los comisariatos. Otros dijeron que acaso con el refrigerio vamos a salvarle la vida a un niño, porque la alimentación es responsabilidad de los padres, aquí damos lo que podemos. Existe una resistencia debido al desconocimiento».
Esa misma situación ha llevado a algunos dueños de bares escolares a llenar sus neveras de productos Toni, por creerlo como el único producto que se puede vender, luego de que este sea certificado con el sello de «alimento saludable» por un acuerdo interministerial.
Sin embargo, Ortega dice que ese producto, por sus mismas grasas, no pasa la tabla. Incluso, incumple el acuerdo interministerial, en el que dice que ningún alimento que tenga preservantes, endulcorantes, ni saborizantes artificiales puede entrar al bar.