La OEA dio por iniciado anoche un «histórico» debate sobre el problema de las drogas con la instalación en Guatemala de su 43 asamblea general, en la que los cancilleres del hemisferio buscarán diseñar una hoja de ruta que permita plantear nuevas formas de lucha contra esa lacra social.
Durante los próximos dos días, 26 cancilleres, tres vicecancilleres y cinco embajadores que representan a 34 Estados que integran la Organización de Estados Americanos (OEA), debatirán en torno a un estudio científico elaborado por un grupo de expertos a petición de la secretaria general del organismo, sobre la realidad de las drogas en las Américas.
El secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, dijo que la asamblea de Antigua es «histórica» porque «inicia un debate» sobre las drogas «que antes no se podía realizar», acabando así con «un tabú de que ciertos temas no podían debatirse al más alto nivel».
Aunque no se prevé ninguna resolución sobre las nuevas rutas a seguir para detener las secuelas que las drogas dejan en la región, principalmente la violencia, Insulza espera, al menos, mayor sensibilización.
La asamblea de la OEA debe «formular un itinerario de trabajo razonable», que respete tiempos y permita abordar de forma «seria» el asunto de las drogas y sus efectos, dijo el secretario general.
Las discusiones que se inician pueden «conducir a acciones para reducir» los efectos sociales del problema de las drogas, que representa «un desafío a las políticas de salud pública» y también para las de seguridad ciudadana, añadió.
El presidente guatemalteco, Otto Pérez Molina, el principal promotor de la discusión de esta problemática, señaló por su parte que la violencia, con los miles de muertos que cada año deja el problema de las drogas en la región, lo motivó a plantear el tema de buscar nuevas formas de enfrentarla.
«Creo firmemente en la necesidad de analizar los resultados de las actuales políticas en materia de drogas y explorar nuevos enfoques que nos permitan ser más efectivos» en su combate, subrayó el mandatario.
Pérez Molina resaltó que la de Antigua «es la asamblea más concurrida de los últimos 5 años», y valoró la presencia de «los cancilleres de Estados Unidos y Brasil» como relevante por su rol indispensable en la búsqueda de nuevas estrategias contra los narcóticos que se traduzcan «en la mejora de la seguridad y la paz».
De los veinte puntos que contempla el proyecto de declaración final de la asamblea, en dos no existe consenso por lo que los cancilleres deberán llegar a acuerdos durante los diálogos privados que sostendrán en los próximos días.
Uno se refiere al mecanismo de seguimiento de la discusión de la problemática, sobre el cual un grupo de 14 Estados propone la celebración de una asamblea extraordinaria en abril del próximo año para acordar acciones definitivas, lo que es rechazado por países como Estados Unidos que prefieren que el tema sea abordado por las instancias del sistema hemisférico.
Tampoco se ha alcanzado un consenso respecto al punto en el que se insta a los Estados miembros de la OEA ha observar y dar seguimiento a los ejemplos de las acciones y políticas que otros países, como Uruguay, han implementado como estrategias para hacer frente al problema de las drogas, al promover la legalización del consumo de la marihuana.
Al margen de los disensos, Insulza celebró que la OEA «legitime el debate» sobre las drogas y discuta las nuevas alternativas para combatirlo «de forma transparente».
Estados Unidos, el principal país consumidor de drogas en el mundo, se ha hecho representar en esta asamblea por su secretario de Estado, John Kerry, su secretaria de Estado adjunta para Asuntos Hemisféricos, Roberta Jacobson; el encargado del Departamento de Estado para Asuntos Antidrogas, William Brownfield; y Gil Kerlikowske, el zar antidrogas de la Administración Obama.