«Si salgo de ésta me voy a esterilizar». Quien habla es 'Beatriz', nombre ficticio de la joven salvadoreña de 22 años que se ha convertido en símbolo de la lucha a favor del aborto terapéutico y que por fin ve autorizado que los médicos puedan hacerle una cesárea para salvarle la vida. Si sobrevive, reconoce, no quiere pasar por esta situación otra vez.
En sus dos embarazos sufrió lupus, una enfermedad que ataca el sistema inmunológico y que convierte el periodo de gestación en una bomba de relojería. En el primero, logró que su hijo naciera, prematuro y con problemas de salud, pero relativamente bien. Tiene un año y ahora sólo piensa en volver a cuidar de él. En este segundo embarazo, de seis meses ya, las cosas se torcieron. Los médicos le explicaron que el bebé tenía una malformación (carecía de cerebro) y que por eso moriría al nacer. También le dijeron que si seguía adelante con el embarazo ella podría perder la vida. Por eso hace siete semanas que pidió que la permitieran abortar.
'Beatriz' en una entrevista con Diario El Mundo ajena a todo el revuelo provocado por su caso -«en la habitación no tengo televisión», poco antes de que el Tribunal Supremo de su país le negara el amparo para abortar porque «los derechos de la madre no pueden privilegiarse sobres los del que ha de nacer ni viceversa» y porque el riesgo de muerte para ella no era inminente sino «eventual».
Sin embargo, después, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la máxima instancia judicial en esta materia del continente, exigió a El Salvador adoptar medidas urgentes para proteger la vida de la joven y el gobierno optó por garantizar el respaldo a los médicos si estos tenían que realizar un «parto inducido» en lugar de un «aborto», máxime cuando la sentencia del Supremo -pese a negar el amparo a 'Beatriz'- dejaba en manos de los doctores la facultad de «brindar el tratamiento que en cada momento resulte idóneo». El resultado de todo el proceso es que la semana que viene le realizarán una cesárea.
«Me siento muy bien porque la otra semana me lo van a hacer (la cesárea), por el momento los doctores no me han dicho nada, pero yo creo que todo va a salir bien», dijo en declaraciones a Reuters.
Nerviosa pero optimista, esta joven ama de casa esposa de un campesino, ya solo piensa en volver a su hogar y en no pasar por lo mismo. Sus opiniones sobre el aborto son claras: «no está bien», insiste, pero si una persona se puede morir y, además, el feto es inviable, «pues hay que hacerlo».
Pero en El Salvador, donde el aborto está prohibido de forma absoluta y la fiscalía ha llegado a acusar a mujeres que lo practican de homicidio con penas de hasta 30 años de prisión, esa decisión podría haber implicado de dos a ocho años de cárcel para ella y para los médicos. De ahí que los doctores quisieran respaldarse con una resolución judicial que nunca llegó.