En los últimos 15 meses, en la Policía se presentaron 1.091 denuncias sobre personas desaparecidas. De esos casos, la mayoría tiene un final que no es muy feliz. Sólo en 2012, por ejemplo, hubo 863 denuncias de desapariciones. De ellas, 341 fueron encontradas, lo que representa apenas el 39%. Además, se definió que 89 salieron de sus casas voluntariamente, 206 no aparecen todavía y 19 fueron encontradas muertas, lo que representa el 2,2%.
En el transcurso de 2013, en cambio, se registraron 228 denuncias, 89 fueron encontrados, 69 regresaron a su hogar, 20 no volvieron a su casa y 4 personas fueron encontradas muertas, entre ellas, las jóvenes Karina del Pozo y Leslie Rosero.
El excomandante general de la Policía, Bolívar Cisneros, explicó el mecanismo utilizado por los agentes del orden cuando reciben una denuncia de desaparición de personas: por lo general, deben transcurrir 72 horas para declarar a una persona como desaparecida. Esto, después de haber descartado, en coordinación con la Fiscalía, varias posibilidades. Entre ellas, las salidas sin permiso de sus casas.
Pasadas las 72 horas, la Policía de Investigación inicia un seguimiento, especialmente con las personas más allegadas: si la persona vivía con sus padres, el procedimiento se enfoca en este círculo: si pasaba la mayor parte del tiempo en el trabajo, en la universidad o en el colegio, el eje de la investigación se dirije en esa línea.
Si estas posibilidades se van agotando, entonces se pasa a la fase de la investigación de la rutina de la persona: si su grupo de amigos era reducido o no, si era reservado… Cisneros indicó que mientras se desarrollan estas investigaciones, es «imprescindible y de tremenda utilidad» el aporte de los familiares o amigos, porque «ni la Policía, ni la Fiscalía son brujos, para tener una bola de cristal y dar con el paradero. La policía no conoce nada de la persona desaparecida…».
La indagación entra, entonces, en la fase de «descarte». Ahí los parientes empiezan a dar detalles de sus amistades, de su trabajo, de dónde estudiaba. Sólo entonces se arriba al dato de la última persona que la frecuentó.
A criterio de Cisneros, muchos padres han perdido la capacidad de control de sus hijos, aunque viven con ellos. «Los chicos son independientes pero viven con sus padres y, en muchos casos, inconscientemente tratan de endosar a las fuerzas de seguridad la responsabilidad del cuidado de sus hijos, pero la familia es el núcleo fundamental para controlarlos, inclusive cuando ya se han independizado».