El presidente estadounidense Barack Obama celebró el inicio de su mandato con el tradicional juramento al pie del Capitolio, ante centenares de miles de personas en un día frío pero soleado.
Obama, de 51 años, fue investido oficialmente el domingo en una corta ceremonia en la Casa Blanca por parte del presidente de la Corte Suprema, el juez John Roberts, siguiendo al pie de la letra la Constitución, que estipula que el mandato empieza al mediodía del 20 de enero tras las elecciones.
Cada vez que ese día ha caído en domingo, la tradición manda que el juramento se haga al día siguiente ante el pueblo estadounidense.
Ante las gradas erigidas al pie del Congreso, frente a la larga explanada del Mall, los observadores calculan que podrían reunirse hasta 800.000 personas.
Serán considerablemente menos que los 1,8 millones que hace cuatro años quisieron celebrar la llegada a la Casa Blanca del primer presidente negro, pero la multitud será importante de todas formas.
Es la séptima vez que el presidente estadounidense jura su cargo ante el público el 21 de enero.
El juramento fue dado pasado el mediodía, Obama situado de nuevo ante el juez Roberts, con su esposa Michelle entre ambos sosteniendo las Biblias que el presidente escogió para la ocasión, una perteneciente al presidente Abraham Lincoln, la otra al líder de los derechos civiles negro Marthin L. King Jr.
Mientras miles de personas tomaban el transporte público para acudir al centro de la capital, cerrado al tráfico, el presidente y su familia así como el vicepresidente Joe Biden y su esposa abrieron el día con un servicio religioso en la iglesia de Saint John, apenas a dos cuadras de la Casa Blanca.
Obama saludó al público a la salida de la misa. El presidente iba ataviado con un traje oscuro, a diferencia de hace cuatro años, cuando vestía además un abrigo y bufanda por el frío polar reinante.
Michelle Obama lucía un abrigo de tonos azulados, mientras que las hijas Sasha y Malia lucían sendos vestidos de tono violeta.
Hace cuatro años, en su discurso de investidura, Obama agradeció a los estadounidenses que hubieran escogido «la esperanza y no el miedo».
Aunque lo peor de la crisis económica ha sido superado y el presidente demócrata ha cerrado una guerra, la de Irak, todo indica que el tono será más sobrio esta vez, ya que la ilusión ha sido sustituida por el realismo y el pulso constante con un Congreso parcialmente en manos de la oposición.
En el plano internacional, la muerte de rehenes, entre los cuales había estadounidenses, tras un secuestro en una planta de gas en Argelia desvió la atención del inicio de este segundo mandato.
Obama y su esposa Michelle almorzarán en el Capitolio tras la ceremonia, con centenares de invitados, para dirigirse luego a la avenida Pensilvania y encabezar un desfile hasta el número 1600, la dirección de la Casa Blanca.
Ahí, en un nuevo estrado construido como es tradicional ante la entrada norte de la mansión, presenciarán el paso de las bandas militares y de escuelas de todo el país.
Las medidas de seguridad eran imponentes: bloques de cemento armado, vehículos militares con los colores de camuflaje, francotiradores en los tejados de los edificios a lo largo del camino.
La jornada se cerrará con dos bailes de investidura, animados entre otros por Katy Perry, Stevie Wonder y el grupo mexicano Maná.
De nuevo las festividades serán más austeras, comparadas con los 10 bailes inaugurales de 2009.
Las estrellas del mundo hispano, un sector del electorado que se inclinó masivamente por Obama en noviembre pasado, tuvieron su momento de celebración en la noche del domingo en el Centro Kennedy, con una gala presidida por una de las copresidentas del comité organizador de la investidura, Eva Longoria.
Los hispanos tuvieron una destacada participación en este inicio de segundo mandato: la juez Sonia Sotomayor fue la que le invistió al vicepresidente Joe Biden el domingo.
Obama ya ha anunciado dos claras prioridades para este nuevo curso político, una compleja reforma migratoria integral y una difícil iniciativa para endurecer la venta de armas.
Pero antes de lograr esos cambios, Obama tiene ya otro pulso con los republicanos, y a muy corto plazo: el cierre de la negociación de un nuevo techo para la deuda pública.
El presidente deberá también definir rápidamente el resto de su gabinete ministerial, del que salen pesos pesados como la secretaria de Estado Hillary Clinton y también los dos únicos ministros hispanos, Hilda Solís y Ken Salazar. (AFP)