a cooperación de los gobiernos de Ecuador y Perú en las labores de desminado de su frontera común es un ejemplo para la comunidad internacional de cómo dos países que se enfrentaron en una guerra curan heridas, restablecen la confianza y se ayudan mutuamente en proteger a sus poblaciones.
Así se puso de manifiesto en una mesa redonda en la que representantes de los ejecutivos de ambos países, ONGS, y la ONU debatieron sobre cómo Ecuador y Perú llevan a cabo labores de desminado de forma coordinada.
«El trabajo de Ecuador y Perú es un modelo internacional de cooperación fronteriza», señaló Stephan Husy, director del Centro Internacional para Desminado Humanitario (GICHD).
«La colaboración es ejemplar. Colaboran no sólo en el desminado, sino también en la asistencia a las víctimas, en la educación y la prevención. Están logrando acabar con una grave amenaza y al mismo tiempo superar más de un siglo de desconfianza y enfrentamientos», afirmó, a su vez Kerry Brinkert, director de la unidad de apoyo a la implementación de la Convención Antiminas.
El encuentro se lleva a cabo en el marco de la duodécima reunión de los Estados Parte de la Convención de Ottawa, el tratado internacional que regula el empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonales y sobre su destrucción, que tiene lugar esta semana en Ginebra.
«El desminado humanitario representó un enorme reto, pero al mismo tiempo nos dio la gran oportunidad de profundizar nuestra confianza mutua», señaló Alejandro Suárez, representante de Ecuador ante la reunión.
«El intercambio de información, las inspecciones conjuntas, la programación coordinada, el uso de la misma cartografía para el desminado amplió los espacios de cooperación en un escenario en el que la confianza mutua constituye un elemento indispensable», agregó Suárez.
En la frontera de estos dos países hay varios millones de metros cuadrados de terreno plagados de minas antipersonales plantadas durante el conflicto del Cenepa, que enfrentó a Quito y Lima en 1995, y que concluyó en 1998 con los Acuerdos de Paz de Brasilia.
Incluso antes de los Acuerdos de Paz, ambos países firmaron la Convención de Otawa, que les obligaba a desminar su territorio.
En aras a lograrlo y como método de acercamiento mutuo, los dos países firmaron en 2002 la primera Acta de Entendimiento para realizar de «manera coordinada y conjunta» las labores de desminado.
Esto implica que el Centro Nacional de Desminado del Ecuador (Cendesmi) y el Centro Peruano de Acción contra las Minas Antipersonal (Contraminas) planifican conjuntamente las operaciones y las llevan a cabo al mismo tiempo.
Comparten mapas, y las ubicaciones de los campos lo que genera aún más confianza mutua, al desarmar el efecto de las minas.
Un proceso que dura hasta la fecha y que se ha ampliado con la creación de cuerpos de desminadores que aprenden juntos, a pesar de que después sólo los nacionales de cada país aplican tareas de desminado en su propio territorio.
Asimismo, los dos países comparten la misma cadena de evacuación médica, es decir, desminadores de cualquiera de los dos países utilizan la ruta aérea hacia Quito (la capital más cercana) en caso de emergencia médica.
En 2008 Ecuador y Perú solicitaron una prórroga de ocho años a la Convención de Otawa para poder cumplir el objetivo de acabar con todos los artefactos explosivos, algo que consideran podrán lograr en 2017.