Las autoridades egipcias, apoyadas por las Fuerzas Armadas, dieron señales el miércoles de que podrían terminar a la fuerza con semanas de protestas de seguidores del depuesto presidente Mohamed Morsi, lo que podría resultar en un sangriento enfrentamiento con los Hermanos Musulmanes.
En un comunicado televisado, el Gobierno instaurado por los militares las tras derrocar a Morsi el 3 de julio, dijo que las dos acampadas en lugares tradicionales de El Cairo por parte de miles de sus simpatizantes supone «una amenaza para la seguridad nacional egipcia», citando «actos terroristas» y la interrupción del tráfico.
«El Gabinete decidió comenzar a tomar todas las medidas necesarias para afrontar estos peligros y ponerles fin», dijo, dejando la tarea en manos del Ministerio del Interior.
Actuar contra las vigilias podría provocar un nuevo derramamiento de sangre, después de que las fuerzas de seguridad mataran a tiros a 80 seguidores de los Hermanos Musulmanes el pasado sábado al amanecer, profundizando la inestabilidad que sacude el país más poblado del mundo árabe.
Minutos antes de que saliera el comunicado, fuentes judiciales dijeron a Reuters que el guía supremo de los Hermanos Musulmanes, Mohamad Badie, y dos de sus altos funcionarios, fueron remitidos a un tribunal acusados de incitar a la violencia. Badie no ha sido detenido aún.
Estas medidas aumentarán la preocupación mundial acerca de que los nuevos dirigentes egipcios pretenden aplastar a los Hermanos Musulmanes, que después de décadas en la sombra llegaron al poder tras ganar las sucesivas elecciones después de la revuelta que derrocó al autócrata Hosni Mubarak en el 2011.
Estados Unidos, un aliado clave de Egipto, al que entrega 1.300 millones de dólares en ayuda militar, pidió contención.
«Hemos continuado instando al Gobierno provisional a que respete el derecho de reunión pacífica», dijo a la prensa Marie Harf, viceportavoz del Departamento de Estado. «Obviamente, eso incluye las protestas de acampada», sostuvo.
Amnistía Internacional calificó la decisión gubernamental como «una receta para más derramamiento de sangre» y un «sello de aprobación para futuros abusos».
Los simpatizantes de Morsi han asegurado que se quedarán en la protesta hasta que el primer presidente democráticamente elegido de Egipto vuelva al poder.
El ejército ha establecido un calendario para celebrar elecciones, prometiendo el regreso al mandato civil, un proceso rechazado por los Hermanos Musulmanes.
Casi 300 personas han muerto desde el 3 de julio. Las muertes del sábado, el incidente más letal desde la caída de Mubarak, tuvieron lugar cerca de la principal acampada, en una mezquita en el norte de El Cairo, donde los seguidores de Morsi comenzaron a congregarse tras un día de manifestaciones masivas.