El 30 de septiembre hubo una clara conspiración planificada, que se inició con la sublevación policial y en un claro efecto dominó de carácter ramificado y con diversos escenarios potenciales, a la que se sumaban otros actores para generar una atmósfera de ingobernabilidad, se buscó crear rápidas condiciones políticas que permitiesen a los golpistas y sus aliados oportunistas romper integralmente el proceso político impulsado por el presidente Rafael Correa, condicionando al poder constitucional. Esos planes fueron distorsionados por la inesperada presencia del mandatario en el Regimiento Quito porque quebró el libreto a los conspiradores, así lo determina un análisis de los hechos recogidos en un estudio realizado por el Centro Andino de Estudios Estratégicos (CENAE). El trabajo, realizado por el investigador Alexei Páez, publicado el 8 de octubre, titulado El magnicidio perfecto considera la modalidad empleada en el golpe de Estado como un golpe de Estado en red premoderno, posmoderno y transgénico. Ello implica la combinación de las más arcaicas tradiciones de la cultura política de las élites excluyentes, ciertos poderes regionales y corporaciones tanto institucionales como sociales, que mantiene una orientación pretoriana, esto es la voluntad de aplicar la extorsión, chantaje y violencia, como instrumento fundamental de la acción política, sostiene.
Posmoderno y transgénico, explica, en tanto implica una movilidad y fluidez casi infinita del carácter de las alianzas posibles, con el objetivo de mantener los feudos originados en la negociación política tradicional: así pues, las más incoherentes relaciones carnales se pueden mantener para preservar los espacios arrancados a dentelladas a la ciudadanía, secuestrando conjuntamente y con objetivos instrumentales el orden democrático y republicano.
En la nueva modalidad golpista antes descrita, no es necesario identificar una cabeza (concentración) visible, sino desplegar acciones coordinadas en red, que es lo que sucedió. La ausencia de una dirección identificable permite diluir responsabilidades y significados del golpe. Por ello, fue clave el control de los medios de comunicación como mecanismo de defensa para no facilitar la semántica y estrategia comunicativa de los golpistas, que de todas maneras ha cuajado, indica el estudio del CENAE.
“Hemos observado que de acuerdo a la lógica lingüística de los conspiradores, el Presidente Correa termina siendo el responsable de lo acontecido. En un manejo lingüístico perverso, se disfraza semánticamente de huelga, motín, asonada, sublevación, a un acto conspirativo, desestabilizador, anticiudadano, antidemocrático y antirepublicano”, dice Páez.
En red, recalca, porque en la multiplicidad del mundo social e institucional el disparador del golpe de Estado puede ubicarse en cualquier parte: se generan focos que en un momento oportuno son articulados, mediante una aplicación empírica de la teoría del caos. Por ello, la confusión semántica es posible. Carecemos aún de una teoría sustantiva de la naturaleza de este nuevo desafío reaccionario, su lógica, metodología y acción. La combinación de actores que se dio fue digna del ‘realismo mágico’: se inicia con los policías sublevados; continúa con los militares de la Fuerza Aérea sumándose-solidarizándose con los policías, no sabíamos que ambas instituciones simpatizaban entre sí, expresa.