Por Daniel Orejuela| @daniel_orejuela
Ante todo, antes incluso de buscar culpables, quiero expresar mi profundo deseo de paz y reconciliación para mis hermanos venezolanos. Lamento mucho ver que se está derramando sangre y se está sembrando de más odio y violencia la región.
Ayer me escribía un amigo venezolano claramente consternado por la situación. Aquí su mensaje: «Hermano no puedo entender como siguen apoyando a un tipo que es capaz de defender a los asesinatos por parte de bandas armadas y cuerpos de seguridad al servicio del gobierno Venezolano, nosotros estamos aquí con una batalla campal, recogiendo hermanos muertos por armas de guerra en manos de criminales a sueldo del gobierno, nos cercaron comunicacionalmente y cada día estamos peor.»
Sinceramente no me sorprendí ni me alarmé, pero sí me dejó pensando en que debería ser deber de todo latinoamericano, en realidad de todo ciudadano del mundo, informarse más, estar más al tanto de situaciones tan delicadas como esta. Aquella madrugada había leído algo muy vagamente y había visto un par de vídeos sobre la versión del oficialismo venezolano y la posición del gobierno ecuatoriano ante los hechos. También me había percatado que aparecían, cada vez con más frecuencia, montajes de video y fotos, algunos desmentidos y otros con tal obscena manipulación que no necesitaban ser desmentidos, sobre la escalada de violencia en el país petrolero.
No podía evitar pensar en un complot. Al ver tanto material tergiversado, de lado y lado, tanta falta de claridad sobre el asunto, tantos adjetivos intencionalmente dirigidos a formar el criterio de quienes no tienen idea sobre lo que sucede, tantas imágenes esparcidas con ventilador como semillas de odio y dolor, tengo que pensar en una trama. Díganme conspirador, pero para mí estamos nuevamente en medio de una guerra en la cual se utilizan los medios de comunicación como un arma muy eficaz para manipular las mentes. Nuestra ignorancia y el gran vacío en nuestros corazones es el suelo fértil en donde están sembrando su odio. Digo, alguien está manipulando las imágenes. Alguien se sentó un par de horas a realizar un video que luego hicieron viral sobre «la situación en Venezuela».
No voy a negar que existe descontento y violencia. No puedo relatarles de primera mano los sucesos. Ya quisiera estar yo allí y contarles que todo está de maravilla, escuchando un joropito, acompañado de una arepa y las bellas sonrisas venezolanas. Pero no. Al parecer la vaina está peluda por esos lados.
Pero tampoco podemos negar la manipulación mediática. Tengo que pensar en imágenes como el supuesto levantamiento del pueblo en la Plaza Verde en Libia, lo cual condujo a la invasión y asesinato de su máximo líder. Tengo que pensar en la manipulación antes de la invasión a Irak. Tengo que pensar en Siria, Ucrania, Irán. Me acuerdo del papel que jugaron los medios de comunicación en el intento de golpe de estado cuando secuestraron a Hugo Chávez y los montajes que hicieron para televisarlos, haciendo creer a la gente que el comandante había renunciado. Nada de esto fue verdad, como no fue verdad lo de la Plaza Verde. Las imágenes que dieron la vuelta al mundo fueron filmadas en un país vecino en donde reconstruyeron, como lo harían para una película de Hollywood, la plaza y los supuestos insurgentes eran actores pagados. A Gadafi igual lo mataron.
Pienso en tantas cosas, tanto cuento, tanto odio sembrado en la humanidad que sinceramente no me sorprende. Sí me alarma un poco ver que aparentemente no nos damos cuenta. Al parecer alguien, o algunos, tienen un plan macabro en marcha. Se están invadiendo en nuestra cara, cobijados por mentiras no tan sutiles, a países que tienen una cosa en común, Petróleo.
No voy a atar cabos ni especular. Ni siquiera voy a pedirle que analice los hechos, solo quisiera que pensemos por un instante en nuestra propia apatía. ¿Se da cuenta que son nuestra ignorancia y apatía las que les permiten a estos señores, fueren quien fueren, realizar estos actos cada vez más macabros y descarados en contra de la humanidad? ¿Se da cuenta que haciéndonos los tontos no solo aportamos, sino que causamos todo este sufrimiento?
Hace un par de años estuve en Caracas, cuando el comandante Chávez aún vivía y gobernaba el país. Me llamó la atención la polarización de la sociedad. Se respiraba un ambiente extraño en el que todo venezolano amaba u odiaba a Chávez. No había punto medio.
También me percaté, en realidad corroboré, que en Venezuela se importaba casi todo. La industria venezolana, sobre todo alimenticia, no era muy fuerte. Me imagino que el gobierno sabía esto, debían conocer sus puntos débiles. Quizás por esto los programas alimenticios del chavismo y la especulación como arma desestabilizadora de la oposición.
Por ahí va el asunto: puntos débiles. Chávez fue un hombre muy fuerte y astuto. No fueron pocos los intentos de desestabilización y hasta de golpe de estado que recibió el comandante en vida. Muchas veces se llamó a la violencia. Acuérdense de «las candelillas», «las manos blancas», etc. Tenía muchos enemigos dentro y fuera del país a quienes no les convenía el cambio que proponía su proyecto de país, su revolución bolivariana. Se sembró mucho odio alrededor de su figura. Solo hace falta conversar con cualquier persona que lo que sabe de historia, política o cualquier tópico de la vida lo sabe de lo que le cuentan en la televisión o Facebook para darse cuenta del nivel de manipulación de criterio.
Sin embargo no fueron pocas las veces que escuché a Chávez predicar amor en sus discursos, amor como respuesta al odio, diciendo las cosas por su nombre, señalando culpables con su nombre y apellido abogaba por su perdón. No impunidad, perdón. No en vano lo quisieron tantos y tantos venezolanos, tantos y tantos seres humanos en el mundo. Su corazón llegó a enamorar a millones de personas en el mundo asegurando así muchas manos dispuestas a dejarlo todo, hasta la vida si hace falta, por ver realizado su sueño. Por la revolución bolivariana.
El presidente Maduro, desde mi punto de vista, es uno de ellos. Es un hombre que juró lealtad a este proceso. Un hombre que recibió de manos directas la responsabilidad histórica de continuar lo que ya estaba empezado. Un hombre, un ser humano, como usted o yo, con virtudes y defectos, con puntos débiles.
Es precisamente de esos puntos débiles de los que se van a aprovechar quienes quisieran ver fracasar este proyecto, quienes quieran apoderarse de lo que hoy maneja la revolución bolivariana. Quienes están detrás de los actos violentos buscan más violencia, represión, caos y odio. Buscan oponer al pueblo contra el pueblo, y lo están logrando. Me cuesta creer que se trate de movimientos espontáneos, de una respuesta popular. La violencia siempre ha sido un recurso utilizado por los servicios de inteligencia para provocar y justificar guerras. Utilizando incluso la delincuencia común como mecha para detonarlas. Miren el caso de México, de Siria y Ucrania.
Puedo comprender la frustración e impotencia que alcanzo a leer en el mensaje de este amigo venezolano. Puedo comprender también la posición de muchos gobiernos y ciudadanos del planeta apoyando y defendiendo las decisiones del gobierno de Maduro. Puedo comprender que hay una gran cantidad de venezolanos que están en contra de la revolución Bolivariana. Puedo incluso comprender que quieran instalar un nuevo gobierno con políticas de derecha. Lo que no puedo comprender es cómo le hacen el juego a quienes intentan llenar de odio, sangre y violencia los corazones para luego pescar a río revuelto. No puedo entender que un venezolano llame a matar a la hija de otro venezolano para verlo sufrir. No puedo entender que quieran incendiar el país y la región entera. No puedo entender que quieran entregar su vida, la vida del planeta a quienes sólo se quieren aprovechar del sufrimiento y las guerras. No puedo entender que haya tantos y tantos optando por ignorar y lanzar la primera piedra. La revolución es primero hacia adentro no hacia afuera.
Foto: Manifestaciones de estudiantes en Venezuela|Notimex