Hace poco, para el mundo occidental, Corea del Norte significaba un enemigo mediático, un lugar inhóspito lleno de misterio, una atracción para los amantes de lo raro, o un país del cual no se habla mucho.
Pero en las últimas semanas las alarmas del mundo se encendieron por el estado de guerra declarado por Kim Jong un joven dictador con gustos altamente occidentales (fanático de la NBA y de los Smartphones) que sigue los pasos de su abuelo Kim II Sung quien fue el fundador del país tras la guerra de las coreas y la separación de las mismas.
Cincuenta años después la realidad parece que no ha cambiado en la mente de los norcoreanos quienes piensan que la guerra fue ayer y deben estar alertas frente al imperio que pronto tratará de atacarlos. Los métodos de propaganda utilizados por el régimen sí dieron resultado porque este país se quedó atrapado en el tiempo, los ciudadanos veneran al eterno presidente «Kim II Sung» de una manera casi divina dejando de lado los problemas de rato como es el aislamiento y la pobreza.
Los líderes del país hacen creer a sus ciudadanos que están viviendo en el mejor país del mundo donde la educación y la salud están garantizadas para todos pero esto es un espejismo que es presentado para los occidentales.
Para los intrépidos turistas que deseen ir a este lugar se van a encontrar con una serie de restricciones, una de ellas es la prohibición de tomar fotos sin el consentimiento de algunos de los guías (que en realidad son guardias del gobierno).
La capital Pyongyang posee inmensas avenidas, estadios faraónicos y hoteles de gran envergadura que pretenden demostrar el poderío que tienen. Por las calles no hay publicidad, tampoco ninguna referencia hacia alguna marca o icono occidental aquí no existe rastros del modo de vida capitalista, la economía está basada en la agricultura que es muy escasa, la ayuda internacional y de alguno de sus pocos aliados comerciales como es el caso de China quien en las última épocas al parecer no está de acuerdo con las acciones de su vecino.
La cicatriz de la guerra entre las coreas todavía sigue latente entre la población. La diplomacia internacional tiene que actuar al máximo y no sacar provecho de este incidente, aunque para algunos surcoreanos esto no pasa de una provocación para poder conseguir dinero, medicinas y alimentos.
Los misiles están apuntando a occidente.