Quienes nos enfrentamos a la ardua tarea de servir a la Patria tenemos que someternos a: La cámara de humores urbana que llaman metrovía; a la larga hoguera de dióxido de carbono, que llaman tráfico; y en muchos de los casos al atosigante oficio que es caminar, cruzar las calles y soportar que te piten desesperadamente para salvarse de atropellos en la vía. Todo esto sumado al desánimo, al apuro, al quemeimportismo que a muy pocos ciudadanos les avergüenza demostrar.
El tráfico nos hace perder los estribos y Guayaquil está cada vez más poblada de carros que incitan a la migración de seres humanos. Por eso soy activista en la vía, desde el performance urbano, desde mi bicicleta.
Sólo en dos ruedas me he enfrentado a los verdaderos problemas del tránsito, a la inestabilidad con la que caminan los peatones y a la desesperación, fruto del desorden de cada uno de los carros, indiferentemente de su tamaño. Desde la fragilidad de mi bicicleta hago consciencia de cuánto ignoran los conductores a su prójimo y del aire que se le escapa de las manos a la ciudad.
A todo esto se enfrentará la Muy Ilustre Municipalidad de Guayaquil a partir del segundo semestre de este año, teniendo como experiencia un sistema de transporte urbano cada vez más deficiente y con más necesidades donde la experiencia de las anteriores troncales no han servido para su mejoramiento en las recién inauguradas. Se enfrentará al crecimiento del parque automotor que llega a casi 400.000 vehículos y a una cultura desviada, más que vial. Como aditivo podemos comprender algunos propósitos que plantean a partir de la toma de la concesión del tránsito de manera oficial y uno de ellos es la implementación de las ciclovías en Guayaquil. Propósito que hasta el momento ha sido flojo.
Que el Municipio haga un llamado a la ciudadanía cada 15 domingos para recorrer la ciudad en dos ruedas podría reconocerse como loable porque quienes no se imaginaron rodar la 9 de Octubre, lo hacen. Sin embargo, tiene más tinte de parque de recreación, que de una plataforma que intenta acercar a los ciudadanos al uso de un nuevo medio de transporte urbano.
Como parte del plan de las ciclovías están las calles que pintó el Municipio: de Olmedo, Malecón, Junín, 6 de Marzo y pare de contar. Una vía pintada en septiembre con tono de esperanza pero que desde sus inicios siguió siendo habitada por quienes se parquean a lo largo de la Bahía a hacer sus trueques. Según afirma la concejala Gina Galeano, esta, por ahora sólo pintura desgastada, sería inaugurada con la concesión del tránsito al Municipio, lo que evidencia que el gasto fue en vano pues no fue de motiviación para otros ciclistas urbanos fuera del domingo de Biciruta.
Si lo que se pretende es un cambio cultural hay que masificar el uso de las bicicletas e intensificarlo como sí lo hacen otros grupos de la ciudad. Si lo que se pretende es darle una cultura ciclística a las personas que se acercan a la 'Biciruta Recreativa' se debe llevar esto a la cotidianidad donde cada persona que quiere dejar el transporte urbano, el carro , o el taxi se mezcle con la realidad… y la realidad se mezcle con los ciclistas.
Donde sí está el problema es en que si bien existen dos rutas más en la ciudad desvinculadas la una de la otra, lo que más importa por el momento es marcar terreno, porque no hay otra manera de iniciar una conquista. No se necesita pintar nada. Si hoy no nos reconocen como personas que nos transportamos de manera alternativa somos parte del tráfico del que nos quejamos.
Hasta que las autoridades nos ayuden a marcar terreno hay que ser banderas de esperanza para una ciudad que ve más, pita menos y rueda mejor.