Gissela fue sorprendida cuando, hace unos días, uno de los cajeros automáticos del Banco Bolivariano le solicitó un nuevo requisito antes de retirar 100 dólares de su cuenta. Entre seis series numéricas debió elegir los últimos cuatro dígitos de su cédula.
La medida fue aplicada por esa institución financiera como parte de un proceso de mejoramiento de sus niveles de seguridad y para evitar el robo de dinero a sus clientes.
Los usuarios cuentan con tres intentos para acceder, de lo contrario la tarjeta es bloqueada.
Desde el pasado 8 de octubre, en cambio, Interdin, administradora de tarjetas de crédito, inauguró en el portal www.optar.com.ec una aplicación para asegurarse que sus clientes de Diners Club, Visa y MasterCard (las dos últimas de Banco Pichincha) realicen sus transacciones en línea de forma confiable.
Es un Sistema Doble de Autenticación que valida la identidad del usuario mediante el uso de figuras y preguntas sobre el año de matrimonio, el segundo nombre de algún familiar o el de algún escritor favorito.
La industria debe implementar programas para que las claves sean inteligentes, que incluyan preguntas e imágenes, «y no sean las lógicas que el usuario está acostumbrado a usar como su año de nacimiento, por ejemplo», dice Pablo Córdova, presidente del Comité de Seguridad Bancaria de la Asociación de Bancos Privados del Ecuador (ABPE).
El gremio está de acuerdo con las disposiciones que realiza la Junta Bancaria (JB) de mejorar el equipamiento de cajeros automáticos (con colocación de cámaras de seguridad y con dispositivos antiskimming).
De enero a septiembre de este año, el número de robos en cajeros automáticos de la ciudad sumó 260 casos, según las estadísticas del Observatorio de Seguridad Ciudadana de Guayaquil (OSCG). Los hurtos virtuales de dinero (a través de páginas webs) llegaron a 84 y las clonaciones de tarjetas a 43.
Juan Carlos Beltrán, responsable de Riesgo de Operación de Banco Pichincha, detalla la inversión que la entidad ha realizado para crear un entorno seguro, principalmente para quienes concurren a canales electrónicos. El más reciente, dice, es el Sistema Biométrico que permite reconocer al cliente a través de la creación de una «firma» construida en base a la manera como este digita su clave. «De tal forma que si la información relacionada con su usuario y clave es «revelada», el atacante (hacker) no la podrá utilizar ya que el sistema detectará que, si bien se trata de la misma información, la persona que está escribiendo no es la misma».
El uso de tarjetas, con un chip adherido para impedir su clonación, se ha incrementado en Latinoamérica, donde se registran hasta unos $ 1.000 millones en fraudes electrónicos anualmente.
Así lo estima Juan Carlos Palacios, experto en seguridad bancaria y socio de Solsa, empresa que asesoró la implementación de este sistema en la banca venezolana. «Es un proceso que duró cerca de dos años y que actualmente lo tienen otros países como Colombia y México». El costo será proporcional al número de clientes que poseen los bancos, pero se estima que cada documento podría tener un costo de $ 25.
Córdova, quien también es gerente de Seguridad Bancaria de Unibanco y Solidario, considera que la mayoría de instituciones financieras está en la fase de implementación.