Hasta el mediodía de ayer, cinco de los trece incendios forestales registrados durante los últimos tres días en Quito y sus alrededores (ver mapa ) no habían logrado ser apagados en su totalidad: parque Metropolitano, cerro Auqui, La Vicentina, Monjas y Calacalí, aunque fueron controlados.
Según datos del Sistema Integrado de Seguridad Ecu911, alrededor de unas 40 hectáreas fueron presa de las llamas este fin de semana. Esto equivale a alrededor del 8% del terreno afectado en el Distrito Metropolitano durante la época seca de este año, cuando se han quemado unas 384 hectáreas.
El primero fue en Calacalí, iniciado la mañana del sábado último en el barrio Rayocucho, y el último el de Monjas, cerca de la entrada a la urbanización Las Orquídeas, que empezó la mañana de ayer.
Según información proporcionada por el alcalde Augusto Barrera, 1.262 personas, entre bomberos, policías, militares y pobladores han participado en las últimas horas en el combate de los siniestros; a ellos se sumó la acción de cuatro helicópteros y 74 vehículos antiincendios y de auxilio.
De hecho, tres de las aeronaves continuaban laborando ayer en la extinción de los flagelos activos, arrojando agua desde bambibackets (recipientes gigantes) que les han sido acondicionados.
La principal autoridad capitalina confirmó ayer, en una rueda de prensa desde el edificio del Ecu911 en el Itchimbía, que existen serios indicios de que todos estos flagelos fueron provocados. Y mostró fotografías de material pirotécnico y de combustibles encontrados el domingo pasado por personal del Cuerpo de Bomberos en el parque Metropolitano. Además, exhibió imágenes de los sitios en donde se iniciaron los incendios, resaltando que son áreas a las que un excursionista común difícilmente podría llegar.
«Lo que ayer fue configurándose como hipótesis, ahora es bastante claro y estamos desarrollando los mecanismos para enfrentar esto que es sin duda un delito atroz», expresó el Alcalde, quien confirmó que se recolectaron muestras fotográficas que se han judicializado, así como objetos pirotécnicos y aceleradores de fuego que se encontraron en el vértice donde se iniciaron los incendios, «algunos empaquetados, otros ya dispersos».
Al respecto, el funcionario añadió: «No fue alguien que se olvidó de un cigarrillo o que estaba de picnic. Tenía perfectamente organizada una chamiza en la mitad del parque y es insólito. Tuvimos un incendio en la ladera y otro dentro del parque simultáneamente; y está muy claro lo que enfrentamos el día de ayer (domingo)».
Barrera afirmó que la afectación que se le hace a la ciudad es enorme y que por ello a estos incidentes se los tratará «como los peores delitos; vamos a desarrollar un mecanismo de recompensa para capturar a esta gente y se incrementará el personal de vigilancia».
Frente a esto, el Ministerio del Interior ofreció anteayer una recompensa de entre $50 mil y $100 mil a quienes proporcionen información sobre los responsables.
La estimación sobre el incendio en el parque Metropolitano es que la afectación alcanza más o menos 30 hectáreas de esa área verde capitalina, la cual tiene alrededor de 400 hectáreas en total.
En cuanto a la intervención institucional en los eventos, Barrera señaló: «Esa es la capacidad de respuesta que está a disposición de la ciudadanía (…). Tenemos reservas de prácticamente todas las instituciones para ampliar la capacidad de acción y si requerimos más gente, vamos a tener más gente».
Mientras, como medida de prevención y hasta nueva orden, la Alcaldía suspendió el ingreso al parque Metropolitano.
El personero también pidió a la ciudadanía guiarse por la información que se entregue únicamente a través de medios oficiales sobre acceso a sitios o cierre de vías.
Entre tanto, ayer el escenario en el cerro del Auqui era desolador: las llamas alcanzaban los dos metros de altura en horas de la mañana, el humo ocultaba el azul del cielo y el suelo verde cambió su color por el negro del carbón.
Moradores del barrio San Francisco de Miravalle del Auqui miraban desde el filo de la ladera cómo las llamas consumían la vegetación. Mujeres con sus chalinas y pañuelos se cubrían la nariz y la boca, mientras los ojos de los niños cargados en sus espaldas se llenaban de lágrimas por la cantidad de humo que provenía de los árboles quemados.
Alrededor de 300 miembros del Cuerpo de Bomberos de Quito (CBQ), las Fuerzas Armadas (FF.AA.), la Policía Nacional y Metropolitana intentaban sofocar el fuego que, por efecto del viento, se intensificaba. Entre la copa de los árboles, aves como golondrinas y gorriones volaban buscando alejarse de los focos de las llamas; y el crepitar del fuego dejaba percibir, de cuando en cuando, los estridentes trinos de los asustados animales.
Tras cruzar un extenso camino de tierra y piedras se llega al sector del Auqui. La zona donde ocurrieron los incendios es propiedad privada. El siniestro empezó el sábado alrededor de las 13:00. Hasta ayer, las autoridades cifraban en alrededor de 10 el número de hectáreas afectadas por el suceso.
«Es la primera vez que acudimos a combatir un incendio; la tropa se levantó a las 04:00. No me imaginé que el trabajo fuera así de complicado, pero estamos para ayudar. Nosotros sofocamos las llamas con ramas y machetes; de ropa solo tenemos el uniforme que nos protege y nada más», comentó uno de los oficiales de la Policía Nacional que efectuaba el trabajo y que pidió no revelar su nombre.
Por la ladera humeante, el joven policía bajaba junto con otros de sus compañeros y personal del CBQ.
Todos utilizaban las ramas de los mismos árboles quemados, machetes y palas como herramientas para aplacar el fuego. Mientras caminaban, la intensidad de la humareda ocultaba a los uniformados y algunos se persignaban antes de llegar al área del incendio.
«Desde las 05:00 estamos apagando y controlando cinco áreas de incendio en este sector, pero el viento no nos favorece; la situación es grave. Sería útil que en estos casos se nos provea de un mejor equipo, pues solo tenemos pañuelos para protegernos», comentó Vladimir López, subteniente del Ejército.
«¿Qué culpa tienen los árboles y los animalitos?», comentó, en cambio Carlos Tipán, cuidador del cerro del Auqui desde hace 17 años. Él y su esposa cargaban en sus espaldas fundas de agua para ayudar a los uniformados que se encontraban en la parte baja del cerro. «Estamos despiertos desde las 03:00. El humo es insoportable; no nos dejó dormir y tenemos miedo de que las llamas maten a nuestras vaquitas, cerdos y gallinas. Por eso ayudamos a los policías y bomberos», comentó el hombre.
Y como atendiendo lo que dice el refrán: «al mal tiempo, buena cara», los moradores del sector bajaron, sin pensarlo dos veces, a apoyar a los elementos de las fuerzas de seguridad en sus tareas antiincendios. Las mujeres llevaban en sus espaldas agua y gaseosas.
Entre ellos se encontraban Gonzalo Guamate y su esposa, quienes también madrugaron. La diferencia es que ellos llegaron al lugar para vender fritada con papas a los uniformados que combatían las llamas. «Yo llevo viviendo 20 años en este lugar. El incendio es un riesgo para todos. Ahora vine a vender fritada solo a un 1 dólar porque suben los policías con mucha hambre; es que es duro el trabajo. Por eso no les cobramos muy caro», afirmó Guamate.
El cerro Auqui presentaba ayer varios puntos calientes con temperaturas que superaban los 25 grados centígrados.