Una vez que el gobierno brasileño se ha desligado de las políticas de los gobiernos izquierdistas y populistas de Dilma Rousseff y Lula Da Silva, ahora el estado dirigido por Michel Temer avanza hacia una privatización masiva, que no se veía desde hace más de dos décadas. Más de 50 activos estatales se pondrán a la venta o su gestión será cedida al sector privado, entre ellos Eletrobras, la mayor empresa eléctrica de Latinoamérica.
Esto agradaría a distintos mercados pero también molesta a millones de militantes de izquierda, que ven en las privatizaciones una forma de generar inequidad. El gobierno se ha visto abocado a realizar las privatizaciones por el gran déficit público brasileño, que alcanzó el 8,97% del PIB en 2016 (similar a Kenia o Níger). Eso significaría 549.513 millones de reales (cerca de 146.000 millones de euros), solo inferior al de Estados Unidos y China.
La mayor ola privatizadora de las últimas décadas en Brasil se registró durante el primero de los dos mandatos de Fernando Henrique Cardoso, presidente entre 1995 y 2003. “El paquete de Temer es sin duda el mayor desde Cardoso. Incluye aeropuertos, sistemas de saneamiento, el sector eléctrico, cuestiones que contribuirán a cambiar la estructura de la economía en los próximos dos años”, explica Alexandre Galvão, profesor de la escuela de negocios Fundación Don Cabral.
El Ministerio de Energía ha precisado que solo la operación de Eletrobras puede suponer unos 5.400 millones de euros.
“Toda la motivación del programa es la necesidad de captar recursos para el tesoro nacional. Eletrobras ya no venía desempeñando un papel estratégico en el sector eléctrico, en buena medida a causa de sus problemas financieros”, apunta Nivalde de Castro, especialista del Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro.