Por Robertson Vinueza / Andes
Hora: 06:50. Intersección de las avenidas Panamericana y Simón Bolívar, al norte de la capital del Ecuador, Quito, que este 6 de diciembre celebra 477 años de fundación.
Cerca del ingreso a Carapungo, una de las parroquias de mayor crecimiento poblacional, el tránsito está detenido y la aglomeración de cinco filas de vehículos encendidos supera un kilómetro.
La policía de tránsito ha apagado los semáforos y obliga a esperar a los autos hasta por 10 minutos. Cada mañana pasa lo mismo: el tráfico detenido.
Los usuarios se agolpan, pitan, atraviesan el auto descortésmente. Cada mañana, miles de personas que habitan en Carapungo salen a sus trabajos o a instituciones educativas, y se enfrentan a esta primera impresión de su ciudad.
Esa zona de Quito es apenas una parte del problema caótico de embotellamientos que sufre Quito en las horas denominadas pico (entrada y salida de los trabajos). Es el caos en una ciudad de 2,5 millones de habitantes, muy por debajo de capitales suramericanas como Buenos Aires, Caracas, Lima, Bogotá, Santiago…
Pero Quito tiene una desventaja adicional que aliemta el caos: es una urbe de 90 kilómetros de largo y apenas 14 en su parte más ancha. Por ella circulan alrededor de 400 mil vehículos, que no disponen de vías rápidas y mucho menos de estacionamientos suficientes. Se calcula que el parque automotor de la ciudad crece a un promedio de 30 mil por año.
“En qué momento Quito se llenó de carros y esmog, quizá el mismo momento en que las personas dejaron de pensar en los demás y solo pensar en su comodidad, aunque no sé hasta qué punto le resulte a una persona cómodo salir de su casa en auto a comprar pan a dos cuadras y demorarse 30 ó 40 minutos en regresar”, dice a la Agencia Andes Verónica Angulo, comunicadora social, empleada de un organismo privado.
“Si bien es cierto que el parque automotor de la ciudad es abrumador, creo que la mayor influencia en el tráfico que soportamos a diario está en los conductores que no respetan las normas de tránsito, y sobre todo en la falta de cortesía”, dice por su lado José Luis Rivadeneira, ingeniero civil y empleado público.
“La mal llamada viveza criolla ha hecho que por un ‘vivísimo’ que desea saltar la fila, todos los que estemos atrás de él tengamos que esperar que cruce mientras a él no le importe bloquear al resto”, añade Rivadeneira.
“Está el que se pasa en amarillo casi rojo y luego se queda bloqueando la vía transversal, o el busetero que compite a sus colegas y, para tomar pasajeros, bloquea todos los carriles”, relata Rivadeneira un ejemplo de la cotidianidad que se vive en el Distrito Metropolitano de Quito.
“Los conductores no piensan en el daño que le hacen al medio ambiente (…) Quito se ha vuelto caótico para transitar porque las personas se olvidaron que viven en sociedad. La única forma de movilizarse con seguridad y comodidad es respetando a los demás y siendo pacientes”, agrega Angulo, quien menciona algunos elementos de descortesía en el tránsito quiteño.
“Pitan, lanzan el carro, insultan, los pasos cebra no existen y si llueve es peor porque en lugar de ir más despacio para evitar accidentes van a mayor velocidad. Si una persona está en la vereda y hay un bache con agua no les importa pasar a toda velocidad y mojar al peatón”, refiere la comunicadora.
Para el ingeniero en comercio exterior Omar Suárez, además existe displicencia de parte del Municipio. “Gracias al alcalde (Augusto Barrera) por utilizar nuestros recursos en pajaritos como los de la avenida Naciones Unidas (un bulevar con esculturas de colibríes), en lugar de componer tanto semáforo dañado en toda la cuidad”.
Quito tiene ahora un sistema de transporte integrado que incluye las vías del Trole, la Ecovía, y la Metrovía, que en conjunto transportan alrededor de 500 mil personas por día. Estos sitemas se complementan con cinco corredores que se extienden hacia los puntos de la ciudad con mayor demanda. Pero no es suficiente: se necesita otra alternativa.
La más cercana consiste en la construcción del Metro, que empezará supuestamente en el 2012. El primer tramo será de 24 kilómetros, tendrá 15 paradas y costará unos USD 1 300 millones, de los cuales el gobierno aportará a la ciudad con la mitad, aproximadamente.
La idea es integrar el Metro con el sistema ya existente, para que la gente se movilice con más rapidez. De esta manera, el anhelo de las autoridades es que la ciudadanía se acostumbre a usar más el transporte público, más rápido y más barato que conducir su propio vehículo, como ocurre en muchas ciudades del mundo. ¿Lo harán los cómdos quiteños? es la pregunta que aún no tiene respuesta.