Brasil inicia este martes una histórica campaña electoral ante las elecciones de octubre para suceder al popular presidente Luiz Inacio Lula da Silva, en un proceso que no parece anticipar grandes cambios para la política brasileña futura.
La campaña arranca con un empate a 39% de las intenciones de voto entre los candidatos de los dos grandes partidos de centroizquierda: la delfina de Lula y ex dama de hierro de su gobierno Dilma Rousseff, del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), y el ex gobernador de Sao Paulo José Serra, del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
Estas serán las primeras elecciones desde la reinstauración de la democracia en los años 80 en las que Lula, que cuenta con una popularidad histórica de 80%, no será candidato, ya que la legislación le impide un tercer mandato consecutivo.
Una tercera aspirante presidencial es la ex ministra del Ambiente de Lula, Marina Silva, del Partido Verde (PV), que tiene 10% de las preferencias y pone en agenda temas de medioambiente.
Rousseff, de 62 años, guerrillera en la dictadura y ex ministra jefe de Gobierno con Lula, basa su campaña en la defensa de los logros sociales y la bonanza económica por la que atraviesa Brasil. «Vamos a transitar de una economía de nación emergente a una de nación desarrollada” con “el compromiso de erradicar la pobreza extrema”, promete.
Las elecciones brasileñas definirán no sólo al sucesor de Lula, sino también a los gobernadores de los 27 estados y buena parte del Congreso. El primer turno tendrá lugar el primer domingo de octubre.