Dos casas de madera (con una puerta, un par de ventanas y techo de zinc) se incendiaron en la entrada de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil (UCSG).
Las viviendas, que tenían la altura de un metro y medio, no se quemaron producto de algún accidente por cortocircuito o por derrame de alguna sustancia de fácil combustión, como suele ocurrir en los barrios urbanos marginales, donde mayormente se asienta este tipo de construcciones.
En esta ocasión fueron varios miembros del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil (BCBG), ataviados con chalecos, guantes y cascos, quienes intencionalmente introdujeron recipientes con combustible (mitad gasolina, mitad diésel), para luego prenderlos y simular un incendio.
La razón por la que hicieron aquello fue para comparar la resistencia al fuego de algunos materiales frente a los recién creados.
La vivienda, que estaba hecha con caña guadúa picada o angustifolia kunth, se encendió más rápido que aquella elaborada con tableros de PLAS BAM (caña guadúa prensada) recubiertos por dentro con REC CEL.
Al momento de ser encendidas por miembros de la “casaca roja”, dos alumnas de arquitectura empezaron a cronometrar con un reloj de pared el tiempo que demorarían en consumirse las viviendas, a la vez que, con termómetros infrarrojos, medían y comparaban las temperaturas.
Por su parte, Cristy Lozada, ingeniera química y miembro del equipo de investigación, iba explicando los resultados y la resistencia de los materiales al fuego directo.
En 15 minutos se comprobó la firmeza de los ecomateriales frente a las llamas, en medio del asombro de los asistentes y los gestos de apoyo de los estudiantes que acudieron a la exhibición.
En ese lapso solo se ennegrecieron las paredes hechas con ese elemento, mientras que la casa de caña común se derrumbaba a medida que las brasas iban consumiéndola.
La vivienda que tardó más tiempo en consumirse tenía un recubrimiento celuloso creado por Lozada y un grupo de químicos.
Este material al que llaman REC CEL es un empaste de color blanco o crema, hecho con una combinación de celulosa reciclada (papel periódico picado), componentes naturales y resina.
Esta comparación, que se desarrolló pocos días después del último incendio ocurrido en la ciudad por mal manejo de los químicos, fue parte de una investigación de los graduados de arquitectura y de ingeniería química de la UCSG.
Tres años tomó a los involucrados presentar las evidencias sobre los beneficios, sobre todo para la población de escasos recursos económicos, acerca de ciertos tipos de materiales en comparación con los tradicionales. El trabajo se denominó “Planta piloto de investigación, producción y transferencia tecnológica en uso de ecomateriales innovadores para la construcción de viviendas a bajo costo”.
En la demostración se exhibieron 3 de los 7 ecomateriales (4 tipos de tableros y 3 ignífugos o retardantes de fuego): el REC CEL (recubrimiento celuloso), el PLAC CEL (placa celulosa) y el PLAS BAM (caña guadúa prensada). Todos fueron creados por un equipo de estudiantes dirigidos por Jorge Morán Ubidia, director del proyecto.
“En este momento no podemos divulgar qué materiales usamos ni cuánto fue el costo, pero el valor real es algo que no podríamos producir a gran escala actualmente”, comentó Lozada.
Aquello lo confirmaron el decano de Arquitectura, Florencio Compte, y el investigador Jorge Morán Ubidia. Explicaron que, una vez que se adquiera la patente de estos ecomateriales, alguna empresa debería masificarlos para que se reduzcan los costos de producción y puedan ser adquiridos por la ciudadanía.
“Ahora es responsabilidad del Estado y de esta universidad elaborar los ecomateriales y disminuir los costos de producción para construcciones futuras”, expresó Morán.