El Ecuador regularizó a 392 ciudadanos haitianos, entre los que están 289 hombres y 103 mujeres que se acogieron a la visa 12-XI con una duración de cinco años, la misma que fue otorgada luego del terremoto que sacudió ese país hace un año.
Uno de los que se benefició de la regularización fue Auguste Ludens, haitiano de 38 años, quien aún recuerda el terremoto que destruyó su país y lo obligó a buscar un nuevo destino. Como él, cientos de sus compatriotas, hace un año recibieron ayuda del Gobierno ecuatoriano que emprendió un proceso humanitario de regularización migratoria; la misma que se extendió hasta el 30 de junio de 2010.
De esta medida se beneficiaron también su esposa y su hijo de 3 años, por lo que su situación ha mejorado con el tiempo. Actualmente trabaja en Quito, en una lavandería industrial, donde le pagan el sueldo básico. Está agradecido con el país que le extendió la mano, “la gente en Quito es muy amable” comenta, aunque en el camino también se ha sentido discriminado por su condición de afro.
Eso no le desanima, Auguste quiere abrirse camino junto a sus compatriotas, como pastor evangélico, que ejerce en el Comité del Pueblo; que ahora es su hogar y de varias familias haitianas. El lugar de concentración es la iglesia “Ecua-haitiano”, hasta donde acude todos los domingos para orar “a la misa llegan haitianos y compartimos con ecuatorianos y algunos cubanos; todos somos hijos de Dios, nada nos hace diferentes”, dice.
Su sueño y el de sus amigos es conformar una microempresa de costura para contribuir con la ciudadanía, aprovechando la capacidad de la gente que llegó de Haití y de los otros migrantes que conocen del oficio para la elaboración de prendas de vestir, su arreglo y confección.
Por eso solicita a las autoridades ecuatorianas apoyo para que accedan a ese tipo de trabajo “nosotros no queremos quitar el trabajo a los ecuatorianos, queremos ayuda en lo que se pueda, pero con dignidad”, manifiesta.
Su historia empezó antes de la catástrofe, un 6 de enero de 2010, cuando junto a un amigo llegó de vacaciones al Ecuador sin imaginar lo que se avecinaba. Aquel día del terremoto fue la jornada más dolorosa que vivió debido a que perdió todo contacto con su esposa y su pequeño hijo. Llegó a pensar que estaban desaparecidos.
Su historia empezó antes de la catástrofe, un 6 de enero de 2010, cuando junto a un amigo llegó de vacaciones al Ecuador sin imaginar lo que se avecinaba. Aquel día del terremoto fue la jornada más dolorosa que vivió debido a que perdió todo contacto con su esposa y su pequeño hijo. Llegó a pensar que estaban desaparecidos.
Tres meses transcurrieron hasta que, gracias a una misión ecuatoriana pudo comunicarse con su familia, entonces empezaron los trámites para su reunificación, en Quito. No podía volver a Haití, la empresa estatal donde trabajaba como tecnólogo en electricidad quedó bajo los escombros, al igual que su casa.
Pero solo siete meses después consiguió los recursos para el viaje de su familia, desde Costa Rica, con conexión a Panamá y con destino final a Ecuador. Sus ojos se humedecen al recordar que tuvo que trabajar alrededor de 24 horas, diariamente, para reunir los 1.800 dólares que costaron los pasajes