Fue en ese mismo lugar, en ese exacto perímetro, hace 100 años. Cuentan aquellos que atesoran la historia republicana ecuatoriana que el general Pedro Jacinto Montero Maridueña -uno de los más grandes estrategas liberales y mano derecha del general Eloy Alfaro en Guayas- había sido emboscado por una legión de seudoliberales que habían migrado en su postura política y que, en esos momentos, estaban más cerca de la oligarquía y del clero que de la propia Revolución.
Un Consejo de Guerra se realizó en Guayaquil por parte del Gobierno del presidente Carlos Freile Zaldumbide. Es así que las fuerzas traidoras liberales, lideradas por Leonidas Plaza Gutiérrez, capturaron al reconocido “Tigre del Bulubulu”, como también era conocido el general Montero, para realizarle un juicio castrense -debido a su rango- en el auditorio de la Gobernación del Guayas.
Nada más lejos de la verdad. Esa cita no tuvo nada de juicio y ni qué decir del debido proceso, que no se respetó. En plena diligencia, un liberal sublevado que había vendido su alma y cuerpo a los conservadores se levantó de su silla y le asestó un disparo en la cabeza a Montero. No suficiente con eso, sujetó el cuerpo y lo mancilló con golpes de palos y sillas en plena Gobernación del Guayas para luego culminar su execrable acto lanzando el cadáver desde el segundo piso del edificio hacia la calle en donde esperaba una turba confundida y, según varios cronistas, embebidas en alcohol desde hacía varios días.
Esa masa envilecida arrastró el cuerpo del general Montero por cinco cuadras para llevarlo hasta la Plaza San Francisco y ahí, bajo la fría mirada de la estatua de Vicente Rocafuerte, ese cuerpo magullado fue vejado nuevamente por la multitud que le cercenó partes del cuerpo e, inclusive, lo decapitaron para posteriormente incinerarlo.
“Así es como ha reaccionado la oligarquía toda la vida cuando llega alguien o un grupo de revolucionarios que quiere despojarlos de sus privilegios. Ese acto, el 25 de enero de 1912 en Guayaquil, fue el preludio de lo que sucedería tres días después en el parque El Ejido, en Quito”, reseña Eduardo Puentes -sobrino tataranieto del general Ulpiano Páez, otro de los líderes de la revolución de inicios del siglo XX- mientras desciende de una tarima instalada en el Pasaje Illingworth, a un lado de la Gobernación del Guayas.
En esa tarima desfilaron a lo largo de la mañana de ayer el gobernador Roberto Cuero; funcionarios de la Secretaría de Pueblos, delegados del Partido Comunista, cholos, blancos, negros, indígenas, montubios… en fin, una mezcla interminable de razas que se unieron para rendirle homenaje a Montero a cien años de su asesinato. Para esto se prepararon varios eventos, entre los que se incluía un acto oficial junto a la Gobernación del Guayas.
Ahí, los funcionarios de Estado exaltaron las características “rebeldes” del “Tigre del Bulubulu”. “La Revolución Liberal estuvo marcada por figuras de extraordinario potencial y valentía, al igual que el proceso político que ahora hemos heredado y que lidera el presidente Rafael Correa”, manifestó édgar Frías, ex comandante del grupo subversivo Alfaro Vive Carajo y actual subsecretario de la Secretaría de Pueblos.
La historia sobre la masacre de la que fue objeto Pedro Montero se reiteraba una y otra vez a lo largo de los pasillos de la Gobernación, entre los asistentes, entre los que se encontraba Ignacio Rojas, dirigente de las juventudes comunistas de Chile. El joven -no mayor de 27 años- observa con atención una a una las intervenciones en la tarima.
Se regocija cuando un furibundo Roberto Cuero remarca que poderes fácticos acabaron con la Revolución Liberal y que, en la actualidad, aún están presentes a través de los medios de comunicación. Una vez finalizado el acto, Rojas se levantó, agarró una pequeña mochila que por ningún motivo alejó de su humanidad y reflexiona: “Ecuador y Chile han vivido historias parecidas.
Siempre las oligarquías han intentado acabar con los procesos revolucionarios. Pero, de la misma manera, ahora pasamos por momentos similares, aunque ustedes con la Revolución Ciudadana están refrescando la memoria y progresando. En nuestro caso, somos los estudiantes universitarios los que estamos intentando levantar al pueblo chileno que estuvo aletargado por mucho tiempo a consecuencia de las dictaduras. Los chilenos se cansaron de que los derechos básicos estén privatizados”.
A pocos pasos, uno de los historiadores más reconocidos en el puerto principal, Carlos Calderón Chico, arremetió contra Alfredo Pinoargote, conductor del noticiero matutino de Ecuavisa, por haber “incitado” a que el ex presidente de la República, Rodrigo Borja, se exprese mal sobre el proceso liderado por Eloy Alfaro. “El otro venenoso de Alfredo Pinoargote lo llevaba a que criticara duro a la Revolución Alfarista y a la Ciudadana, pero Rodrigo Borja fue muy cauto. Quiso también decir que el actual proceso es una ‘aventura cuartelera’. Pero, ¿dónde está el cuartelazo con el presidente Correa?”, comentó el historiador a un grupo de periodistas radiales que insisten -por momentos hasta el cansancio- en la búsqueda de una respuesta que cause polémica y que asegure titulares para los noticieros.
Pero Calderón Chico advierte una cosa más: “La historia no se repite pero hay momentos en que parece que ciertas fuerzas quieren volver”. Las palabras acallan al tropel de periodistas radiales. Este momento es aprovechado por el historiador para despedirse puesto que los invitados al acto se ubican en la calle del Malecón para realizar una movilización hacia la Plaza San Francisco. Sí, ese mismo recorrido que cien años atrás avergonzó a Guayaquil y que concluyó con el asesinato del general Pedro Jacinto Montero Maridueña, pero en esta ocasión en vez de insultos y vejámenes se escuchan arengas por la Revolución Liberal y por la Ciudadana.
La marcha ha culminado. Nuevamente se retoman las exaltaciones a Eloy Alfaro, a Pedro Montero, a Flavio Alfaro, Merardo Alfaro, Merardo Chávez… A todos aquellos que murieron en la “Hoguera Bárbara” que no solo ocurrió en la capital del país.