La exhumación del poeta chileno Pablo Neruda se realizó este lunes en Isla Negra, en la costa central de Chile, en el marco de un proceso judicial para aclarar si fue asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet o murió de cáncer, como sostiene la versión oficial.
Los trabajos se iniciaron con el rompimiento de la cripta donde se hallaban enterrados los restos del premio Nobel de Literatura (1971), frente al mar junto a los de su tercera esposa Matilde Urrutia, bajo la estricta supervisión del juez a cargo, Mario Carroza, abogados y una decena de peritos forenses.
La diligencia en la casa museo en el balneario de Isla Negra, a unos 120 km al oeste de Santiago, donde Neruda vivió sus últimos días, fue más breve de lo previsto ya que los restos estaban en mejores condiciones de lo que se estimaba: los nichos de Neruda y su esposa se encontraban absolutamente separados, lo que facilitó su identificación.
«En la parte judicial nos encontramos conforme con la diligencia», comentó el juez Carroza a periodistas al final de la exhumación, que se extendió por menos de dos horas con gran presencia de medios de prensa y amenizada por la interpretación desde la playa de melodías folclóricas por parte de un orquesta juvenil del vecino puerto de San Antonio.
«Al sacar la urna, había una placa enmohecida por el tiempo, descolorida, y pusieron un liquido milagroso que le hizo aflorar el nombre de Pablo Neruda en la placa y efectivamente corroboraba lo que yo decía: que se había enterrado en el lado izquierdo mirando al mar», relató a la AFP el sobrino del poeta, Rodolfo Reyes.
«No hubo necesidad de romper el ataúd, solamente sacarlo», agregó.
Tras la exhumación, los restos de Neruda fueron trasladados al Departamento de Antropología del Servicio Médico Legal de Chile (SML), en Santiago, que dispondrá dedicación exclusiva a este caso y vigilancia permanente.
Un grupo de arqueólogos, antropólogos, médicos, toxicólogos y representantes de la Cruz Roja Internacional participan en los trabajos.
«Estén tranquilos que se van a hacer todas las pericias que sean necesarias y que en la parte judicial se va a poder establecer, de acuerdo con el informe que entreguen los peritos, cuál fue la causa de muerte del señor Neruda», afirmó Carroza.
«No hay una estimación de tiempo. Los peritos deben trabajar el tiempo que se necesario con el fin de que logren resultados», agregó el magistrado.
La diligencia busca determinar si Neruda murió en 1973 por el agravamiento de un cáncer de próstata, como sostiene su certificado de defunción, o si falleció luego de ser inoculado con una misteriosa inyección un día antes de emprender viaje a México, donde pensaba exiliarse y comandar la oposición a Pinochet, como denuncia su exchófer, Manuel Araya.
Según Araya, la tarde del 23 de septiembre de 1973 -a sólo doce días de instalada la dictadura de Pinochet- Neruda le contó a él y a su esposa Matilde Urrutia que lo habían inoculado con una inyección en el pecho y que eso lo había hecho sentirse muy mal.
Casi seis horas después, el poeta falleció en la Clínica Santa María de Santiago, donde había sido trasladado «por razones de seguridad» cuatro días antes. Su chófer fue detenido y duramente golpeado por agentes de la dictadura.
Un avión gestionado por el embajador mexicano de la época, Gonzalo Martínez, esperaba a Neruda para emprender viaje al día siguiente.
Las pericias se centrarán en determinar si los restos de Neruda contienen algún tipo de toxinas o sustancias médicas que pudieran haber acelerado su muerte, explicó por su parte el director del SML, Patricio Bustos.
«Lo más complejo va a ser la búsqueda de tóxicos. No se trata sólo de veneno clásico, sino que podría tratarse (…) de sustancias medicamentosas usadas en dosis no adecuadas para causarle la muerte al poeta», dijo Bustos a periodistas en Isla Negra.
«Los tiempos (de las pericias) dependerán de lo que nosotros encontremos luego de la apertura de la urna y tras realizar análisis médicos y antropológicos de cada una de las piezas, buscando dos tipos de elementos biológicos: los relacionados con la enfermedad del poeta (cáncer de próstata) y la presencia de sustancias tóxicas», agregó.
La versión de Araya ha sido avalada por una serie de testigos que han afirmado que el poeta se encontraba en buen estado antes de morir y no con «caquexia» como afirma su certificado de defunción.