Tras trece horas de negociaciones, la Eurozona dio ayer luz verde al plan de rescate para Grecia, pero el precio impuesto será grande porque el país heleno deberá sacrificar su soberanía fiscal.
De esta forma, los países de la zona euro salvaron, una vez más, a la nación europea de una suspensión de pagos inmediata al aprobar el segundo rescate de 130.000 millones de euros (169.000 millones de dólares) hasta 2014, tras haber concedido otro crédito de 110.000 millones en mayo de 2010.
Atenas a cambio tiene que aceptar una supervisión permanente sobre el terreno de la troika. El objetivo del Eurogrupo fue desbloquear el millonario programa para evitar la quiebra del país europeo y una peligrosa ruptura del grupo de los 17 países acogidos a la moneda única.
Según lo acordado, el sector privado aumentará su contribución en el rescate para lograr una reducción de la deuda griega del 160 al 120,5% del Producto Interno Bruto hacia 2020. Son 130.000 millones de euros en créditos los que recibirá Atenas, a cambio de ceder su soberanía a la Unión Europea en materia presupuestaria.
El dinero será depositado en una “cuenta bloqueada” para garantizar que se destine prioritariamente al pago de la deuda y el Gobierno griego solo podrá acceder a esta cuando cumpla los programas de ajuste impuestos como condición para recibir la ayuda.
“Hemos alcanzado un amplio acuerdo que incluye una ayuda pública y una remisión de la deuda sin precedentes por parte de los bancos acreedores del país”, declaró Jean-Claude Juncker, jefe del Eurogrupo, tras una maratónica reunión de los 17 ministros de Finanzas de la Eurozona que aprobó el rescate que totalizará, entre fondos de ayuda y reducciones de deuda, unos 237.000 millones de euros.
Además, la Unión Europea (UE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) enviarán una misión permanente a Atenas, la cual se encargará de auditar en tiempo real cada decisión adoptada por el Ejecutivo heleno.
Por si fuera poco, Grecia deberá incluir en su legislación nacional el concepto de “absoluta prioridad” del pago de sus compromisos de deuda, tal y como ya lo hizo España. El acuerdo se adoptó después de que la troika europea exigiera severos programas de austeridad al país para reducir el déficit fiscal.
Dentro de las medidas impuestas se encuentran la disminución en 22% del salario mínimo, un recorte de 12% en las pensiones y la eliminación de 150.000 puestos de trabajo, 15.000 de manera inmediata.
La UE, el BCE y el FMI condicionaron también el rescate a que los ajustes fueran aprobados por el Parlamento griego y por los principales partidos representados en el gobierno.
Los recortes han provocado huelgas y protestas en Grecia, que entra en su quinto año de recesión y tiene un desempleo de más del 20% de su población activa. Los sindicatos convocaron para hoy a una nueva movilización.
Muchos analistas estiman además que el plan de rescate amenaza la soberanía de Grecia. Los mercados reaccionaron con prudencia. El euro subió ligeramente ante el dólar y al yen, pero las bolsas europeas cerraron en rojo.
Varios economistas dudan de que el nuevo plan de rescate sea el último capítulo de la crisis griega, y por lo tanto de la crisis de la deuda que desde hace dos años tiene a mal traer a la Eurozona.
Temen en particular que los ajustes comprometan la posibilidad de recuperación económica del país ya que matan al crecimiento. “El plan griego sigue siendo frágil y vulnerable. Incluso con este acuerdo Grecia tiene la mayor parte de sus problemas por delante, y no por detrás”, advirtió Sony Kapoor, director del centro de estudios Re-Define.
Un responsable del Instituto Brueghel, Jean Pisani-Ferry, consideró incluso que el plan no haría más que posponer los plazos funestos, dado que Grecia no aplicará las medidas de austeridad prometidas y al final deberá salir o verse empujada a salir del euro.