El sabor es similar al de la humita. Su contextura es delicada, por lo que hasta un niño pequeño puede consumirla. Sus componentes son completamente naturales. No contiene químicos y puede utilizarse para los mismos platos que la carne animal: bistec, lasaña, brochetas y cualquier otra combinación que al usuario se le ocurra, sin que el sabor varíe. Y lo principal: alimenta.
Es la carne de banano, un producto ideado por el economista guayaquileño José Luis Guzmán Proaño, de 41 años, con la ayuda de su madre, Lucía Proaño Maldonado, de 63, quien lleva tres décadas laborando como chef. Esta experiencia en las artes culinarias le permitió a la mujer innovar y crear un producto original.
La “presentación en sociedad” (por así llamarla) fue la Cumbre Internacional del Medio Ambiente (CIMA), realizada en Guayaquil del 14 al 17 de marzo. Allí, en el stand 17, José Luis puso a consideración del público la carne de la musácea. El éxito fue tal, que este entusiasta profesional ya sueña con exportar su creación.
La historia comenzó hace cerca de 6 años. La Municipalidad de Guayaquil eligió a Lucía para integrarse a un programa en el Suburbio de Guayaquil, que buscaba enseñar a las madres la forma adecuada de nutrirse y darles de comer sano a sus hijos. “Le pidieron hacer alimentos con soya y banano, entonces ella fue ideando productos”, relata José Luis Guzmán. “Ahí nació la primera carne de banano. No era como el texturizado que tenemos ahora, era una pasta para freír”.
Desde el principio vieron el potencial comercial que tenía este producto. Por eso iniciaron las pruebas para mejorarlo. “En la casa lo degustábamos. Haciendo cambios llegamos a la presentación final: la carne que presentamos en la CIMA. Fue hace unos dos años”.
En este punto la familia se enfrentó al gran problema de muchos entusiastas y soñadores:el financiamiento. Hasta ahí trabajaban con los equipos semiindustriales de Lucía, los que ella había adquirido durante su carrera como chef.
La confianza en el proyecto los llevó a vender un terreno que poseían junto a su casa, situada en la ciudadela Kennedy Nueva (norte de Guayaquil), donde llevan viviendo casi 30 años. Con este dinero siguieron la producción de la carne de banano. Según José Luis, “hace un año nos ayudó una persona para darle textura y forma de carne. Las características del banano no servían, pues no era consistente para poderlo comer”.
Cuando todo estuvo listo se dio la posibilidad de entrar a la CIMA. Junto con su esposa, quien es máster en Administración de Empresas, decidieron montar el stand. “Los organizadores buscaban un producto orgánico, sano, que no atentara contra el medio ambiente. Por eso fue adecuado”.
La experiencia en la cumbre resultó de gran importancia para estos noveles empresarios, ya que la interacción con el público los llenó de ideas. Ellos llegaron pensando en apuntar al nicho de los deportistas, la gente amante del slow food o que estuviera haciendo dieta. Pero encontraron vegetarianos, diabéticos y personas que buscaban alternativas para alimentarse sano. La carne de banano fue la opción.
Lo anterior fue un espaldarazo para la pareja, que inició el proceso para fundar una empresa que les permita manejar a gran escala el producto, ya que por el momento todo lo hacen en su hogar. José Luis está en papeleos y espera, en un mes, estar listo para ofrecer la carne de banano en un local de un centro comercial. “Es mejor trabajar en un mall, por seguridad”.
Esperan, además de vender la carne, explicarle al cliente qué usos darle y qué platos realizar con ella. “También tenemos pensado hacer degustaciones de alimentos preparados con nuestro producto”. Y tampoco descartan trabajar con el Gobierno en planes alimenticios para escuelas en zonas de escasos recursos.