La Cancillería atribuyó ayer a acciones «delincuenciales» con las que se pretendió «mancillar el nombre del país y continuar con la tarea ingrata de destruir la imagen del Gobierno», al hallazgo de casi medio gramo de cocaína hallado en uno de los 40 bustos de Eloy Alfaro que el Gobierno estaba enviando a sus embajadas. El busto con partículas de cocaína, en el exterior, fue hallado en la caja que iba a Canadá.
El ministro del Interior, José Serrano y el vicecanciller Marco Albuja relataron que el fin de semana se estaban trasladando los 40 bustos del general Alfaro y en el momento en que empezaron a pasar los controles antidrogas, la Policía Antinarcóticos y los oficiales a cargo de los escáners de seguridad detectaron la presencia de «algún tipo de alcaloide».
Tras las verificaciones, se determinó que se había espolvoreado sobre uno de los bustos que debía transportarse.
Las partículas se encontraban sobre el busto y en las franelas que cubrían la imagen que pretendía ser trasladada a la misión diplomática. «Se dieron con la piedra en los dientes porque los controles detectaron inmediatamente la presencia de las partículas», aseguró Albuja.
Según Serrano, el busto de Alfaro no pesaba ni cinco kilos y su interior no contenía nada. El proceso está en indagación previa en la Fiscalía General para establecer quiénes son los responsables de esta acción delincuencial.
«Lo que pretendían era que la estatuilla saliera del país y montar un escándalo una vez que llegara a Canadá», agregó Serrano. Hasta el momento, no hay detenidos. Para Ricardo Camacho, experto en seguridad, el problema no radica exclusivamente en la Cancillería, sino que se debe a un alto grado de inseguridad que vive el país. Sin embargo, considera necesario hacer un «análisis completo de seguridad, fortalezas y debilidades en la Cancillería» para tomar «medidas de control».
Asegura que «el Estado está viviendo con el crimen organizado» y que éste busca socavar en los diferentes organismos del Gobierno, por lo que considera que se debería usar el polígrafo hasta en las personas que ocupan las más altas dignidades.