Karla Cervantes tiene 16 años y cursa el tercero y último año de bachillerato en el Colegio 28 de Mayo. A pesar de su juventud, ya sabe qué carrera va a estudiar y tiene una proyección de lo que serán sus próximos años de vida.
“Quiero ingresar a estudiar Administración de Empresas en la Univerisdad Politécnica Salesiana, pues algún día quiero tener mi propia empresa. Es lo que he soñado desde pequeña”, explica, llena de expectativas.
Karla tiene claras sus metas y el camino a seguir para cumplir sus objetivos a largo plazo, algo que no sucede con todos los jóvenes que concluyen los estudios secundarios, explica Piedad Cañizares, coordinadora del Departamento de Orientación de este colegio desde hace más de 20 años.
“Son muy jóvenes cuando toman esta decisión; por lo tanto, es necesario pensarlo bien. A veces la edad influye para que una persona se equivoque en la elección de su carrera profesional”, considera la especialista.
Sin embargo, estos no son los únicos factores a tener en cuenta.
“Un estudiante que está por concluir sus estudios del colegio tiene que explorar bien y descubrir cuáles son sus habilidadades, sus verdaderas destrezas y aptitudes. Con base en eso se puede hacer una buena elección de una carrera”, explicó.
Esto es justamente lo que Nasly Loor, de 17 años, consideró para escoger la carrera de psicología. Según dice, siempre sintió una inclinación para ayudar a los demás, escuchar sus problemas y tratar de encontrarles solución.
“Me inspira ayudar a otros a sentirse mejor. Me gustaría dedicarme a la psicología educativa y quedarme trabajando en mi colegio”, explica.
Según la orientadora, la modalidad de bachillerato técnico de este colegio les ayuda a tener una idea más clara de qué camino seguir en su vida profesional.
Influencias externas
Fabricio A., de 34 años, egresó hace más de una década del colegio San Agustín como bachiller en Químico Biológico. Tras ello, comenzó inmediatamente a estudiar en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Guayaquil (UG).
Sin embargo, aquella elección de carrera resultó un fracaso, pues apenas llegó al tercer año. Fabricio reconoció que el problema se gestó desde su adolescencia.
“Desde que la prueba de aptitud determinó que debía seguir esa especialización, mi mamá empezó a presionar para que fuera médico e, incluso, empezó a presumir de ello a sus amistades”, comentó. Por insistencia de su progenitora, Fabricio comenzó los estudios en Medicina.
“La verdad, creo que hasta la misma prueba de aptitud se equivocó conmigo… me gusta más el diseño de imágenes”, dijo el ahora padre de familia que se dedica a la venta de artículos de bazar.
Por una situación similar pasó Daniel G., de 24 años, que recién el año pasado comenzó con sus estudios de Comunicación Social en la Universidad Católica Santiago de Guayaquil (UCSG).
Daniel, en cambio, no recibió presión familiar. Sin embargo se matriculó hace 6 años en la Facultad de Derecho de la UCSG por sugerencias de sus compañeros del colegio.
“Todos éramos bachilleres en Sociales y convenimos en ingresar a la misma universidad pero, la verdad, el mundo de la abogacía me resultó muy frívolo, sin ánimo de ofender a los abogados y jueces”, indica Daniel.
Ernesto Quevedo, coordinador académico de la Facultad de Psicología de la UG, manifiesta que los objetivos y la guía académica deben ser orientadas desde los primeros niveles de la educación básica, en las escuelas.
“Es algo que ya se implementa en otros países desde hace mucho tiempo”, dice Quevedo, quien reconoció los esfuerzos del Ministerio de Educación y la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Senescyt) dentro del ámbito.
Las facultades, según Quevedo, también deben trabajar en función de la guía al estudiante y no de la simple entrega de matrículas.
“El Estado ha comenzado por los bachilleres y eso ya es un primer paso que debe ser ampliado para que desde la más temprana edad los niños formen sus objetivos de realización de vida”, aseguró Quevedo.