Egipto vivió ayer las primeras elecciones presidenciales libres de su historia. Cincuenta millones de egipcios estuvieron llamados a las urnas, entre ayer y hoy, para elegir al sucesor de Hosni Mubarak.
El día se desarrolló sin graves incidentes. En el momento de su apertura, a las 8:00, los colegios electorales del downtown cairota ya presentaban colas de hasta 100 metros de electores. Como en otras ocasiones, las de los hombres eran más largas que las de las mujeres, pero no por eso menos expectante por el acontecimiento.
Todavía es pronto para estimar la participación y los resultados oficiales no se publican hasta hoy, pero los jefes de mesa de varios colegios indicaban ayer una altísima afluencia de electores. “Esta mañana vinieron más de 1.000 personas”, comentaba el encargado de mesa en un colegio de mujeres del barrio de Shubra.
En el downtown de la capital, donde la población es pobre pero culta, se observó una mayoría de seguidores de Hamdeen Sabahi, el candidato nasserista socialista que durante los últimos días ha ascendido en las encuestas.
“Apoyé la revolución durante el año pasado y creo que Egipto necesita un cambio de dirección”, dice Magdi, una asistente médico de 35 años. “Sabahi es el único candidato que no busca sus propios intereses sino un futuro para nuestro país, que no es islamista ni está relacionado con el régimen anterior”, añade.
Sabahi se ha convertido en el refugio de aquellos votantes de izquierda que apoyaron la revolución. Tras enseñar su identificación a la entrada, los electores iban pasando lentamente por grupos al interior del aula electoral. Ahí cogían la papeleta de candidatos y, tras las bambalinas, tomaban la decisión más importante desde que estallaron las revueltas, elegir a su futuro presidente.
Después de meter el voto en la urna, quienes sabían leer y escribir firmaban, los analfabetos marcaban la página con su huella. La seguridad estuvo presente en toda la capital. Policías y militares armados custodiaban todos los puntos de votación, e incluso se veían algunos tanques en los colegios electorales de Viejo Cairo.
En los barrios pudientes, el panorama era algo diferente. En la zona de Zamalek, donde reside la clase alta de Egipto, asistentes atendían a los votantes con agua y con refrescos. Un jefe de formación de 53 años confesaba en voz baja que su voto sería para Amr Musa. “No quiero a los islamistas en el poder y estoy harto de los revolucionarios. Votaré a Musa porque lo único que quiero es estabilidad”.
En este pequeño distrito de 50.000 habitantes también se notó un gran apoyo a Ahmed Shafiq. “Lo que más necesita ahora Egipto es un buen sistema de seguridad”, comentaba Ghada, un ama de casa de 30 años, “Ahmed, con gran carrera en el ejército, sabrá darle protección a nuestro país”.
Pero el apoyo a Shafiq no se notó solo en las zonas pudientes. En el barrio de Shubra, uno de los distritos más poblados del Cairo, con 5 millones de habitantes y predominantemente de clase obrera, también se escuchaban cánticos en favor del ex primer ministro de Mubarak.
Mahmoud, un salafista miembro de uno de los comités establecidos tras la revolución, deambulaba de un colegio a otro para controlar que las elecciones se cumplían bajo la legalidad. Según él, volverán a ganar los Hermanos Musulmanes. “Este barrio siempre fue fiel a los islamistas. Yo he votado al candidato de la Hermandad, Mohamed Mursi, y creo que saldrá ganador. Ha quedado primero en las votaciones de los egipcios emigrantes, así que tiene posibilidades para ganar”.
Unos y otros confían en el legítimo desarrollo de los comicios y no creen que la Junta Militar vaya a alterar los resultados. Una observadora de los Hermanos Musulmanes vigilaba dentro del aula que las elecciones transcurrieran con normalidad.
A lo largo del día los candidatos quisieron respetar el período de silencio que vive el país desde la medianoche del domingo y pocos atendieron a la prensa para hacer declaraciones oficiales. Excepto la Hermandad Musulmana, que publicó un comunicado hacia las 9:00, en el que agradecía a todos los votantes que les hicieron ganadores en las pasadas elecciones de noviembre. Minutos más tarde, el aclamado Amr Musa acudía a votar a un colegio de Nuevo Cairo. A pesar de los elogios, Musa insistió en esperar en la cola de casi mil votantes.
Hacia las 10:00, tanto el moderado islamista Abul Futouh, como el candidato de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, acudían al distrito de Madinat Nasser también para votar. En ese momento cerca de 5.000 ciudadanos de clase alta esperaban su turno en los alrededores de la escuela Ibn Nafis. Ya por la tarde, Shafiq aprovechó para advertir del peligro de un futuro islamista en Egipto y de los grandes problemas a los que se tendrán que enfrentar los ciudadanos si éstos resultan ganadores.
Mientras los egipcios han superado ayer la primera jornada de sus primeras elecciones democráticas, en la que 53 ONG han asistido como observadores independientes y ponen sus esperanzas en el futuro de los resultados. Unos confían en la estabilidad, otros en la desmilitarización del gobierno, y otros en el triunfo definitivo de la libertad y de la justicia.
En cambio, entre tanto júbilo de votaciones, nadie parece reparar en la ausencia de una Constitución que delimite los poderes del futuro presidente. Un vacío que complica todavía más el rumbo que tomarán los próximos días de una presidencia que carece de marco definido.