Un 05 de junio de 1895, Ecuador fue el escenario del proceso de transformación social más importante de su historia hasta nuestros días: la Revolución Alfarista. Esta asonada dio al traste con gran parte de las bases del sistema latifundista que dominaba el Ecuador de aquel tiempo.
Después de la conformación de la República del Ecuador se inició un proceso de tensión entre los distintos proyectos de estado nacional. El primero ha sido caracterizado por la historia como un proyecto nacional criollo – oligárquico – terrateniente que se mantuvo vigente a partir de las estructuras coloniales hasta 1895.
El Presidente Gabriel García Moreno, quien dominó la escena política entre 1860 y 1875, intentó consolidar un régimen oligárquico que favoreciera los privilegios sociales, políticos y económicos de un grupo reducido, y un Estado asociado con la Iglesia Católica como institución encargada de la educación confesional, el registro de la población y el cobro de impuestos.
La sociedad ecuatoriana era desigual, no todos tenían similares derechos políticos, sociales y económicos. La tierra estaba concentrada en los terratenientes y se profundizaba una forma de servidumbre conocida como concertaje que afectaba a los indios y campesinos costeños.
Desde 1864 los liberales radicales empezaron un proceso de lucha en la Costa, en busca de una sociedad distinta. En 1872 se produjo un levantamiento en la provincia de Chimborazo liderado por el indígena Fernando Daquilema.
El segundo proyecto, denominado Proyecto Nacional Mestizo, se extendió hasta 1960. Dentro de este período se produce el hecho revolucionario más importante en la historia del Ecuador, la Revolución Liberal Radical (1895 – 1922), en cuyo proceso tuvieron agencia por primera vez los sectores campesinos y medios de las nacientes ciudades.
Esta revolución fue liderada por Eloy Alfaro Delgado, un líder atípico lejano a las antiguas estructuras criollas terratenientes y distinto por su origen al ser nativo de una provincia periférica, Manabí.
El legado de esta Revolución en lo político fue fundamentalmente la incorporación de derechos y garantías políticas y civiles en la constitución, la separación del estado y la Iglesia fundando instituciones modernas civiles.
Desde la perspectiva social, la creación del sistema laico público, la conculcación del tributo indígena y la prisión por deuda, el impulso a los artesanos y gremios, la incorporación de la mujer al trabajo público, la nacionalización de los bienes de la Iglesia Católica.
En lo económico, la regulación monetaria basada en el patrón oro, y las intenciones de limitar el comercio importador para beneficiar el desarrollo de la incipiente industria nacional.
Obras físicas de magnitud en la construcción de la integración nacional, la conectividad y el mercado interno fueron el telégrafo y el tren trasandino.
El tema de la soberanía como posición política permanente y los afanes de integración latinoamericana basada en una internacional del liberalismo social, fue otro de los elementos claves de la Revolución.
Tanto en la Costa como en la Sierra, se acogió la convocatoria de Alfaro hecha desde Panamá. A la voz del líder, se tomaron por asalto algunos cuarteles de Guayaquil y se lo proclamó como Jefe Supremo de la República, el 5 de junio de 1895 en el Puerto Principal, fecha que marca el inicio de la Revolución Alfarista.
Los Montoneros fueron vitales para este triunfo. Hombres y mujeres, que machete en manos, luchar contra el poder de la hacienda y la oligarquía.