“Yo empecé con una postura muy religiosa y tajante cuando entré a estudiar Ciencias Políticas”, recuerda Isabel Vásquez, quien dejó sus ideas atrás cuando empezó a debatir en clases con sus compañeros. “Te ponen a la Virgen María como un rol a seguir y cuando lo dejas, tu familia cree que te has descarrilado”, considera.
Con Camille Gamarra y Lisette Villacrés, creó el movimiento Ser Libre, en octubre del año pasado. Trabajan con niños que tienen cáncer y manejan -con sus padres- capacitaciones para que conozcan sus derechos.
“En marzo iniciamos los talleres. Conocer los programas y lineamientos del Estado en temas de salud les puede ayudar a organizarse y, así, conseguir una incidencia política”, comenta Liset, que en junio de este año viajará a una cumbre sobre derechos y ciudadanía en Río de Janeiro.
Ella considera que en una sociedad machista, los roles están bien definidos. “Y así es aquí en Guayaquil, pero creo que más allá de la queja, podemos cambiar esta realidad con nuestros actos”.
Las tres no pasan de los 21 y cuestionan al matrimonio como un fin ineludible en la vida de las mujeres. “El problema es que en el país se discute sobre las personas y no sobre las ideas; hay que analizar qué significa ser hombre y mujer y si los roles específicos deben existir”, considera Isabel.
Ahora, estas jóvenes están adecuando una oficina donde trabajarán su propuesta de derechos, arte-terapia y educación para los niños, que por tener cáncer no pueden asistir a las escuelas regulares. “Algunos no saben los colores; creemos que si se educan podrán superar la enfermedad e incorporarse a la educación sin sufrir porque desconocen algunas cosas”, dice Camille.
Para financiar la operación y difundir la causa han organizado conciertos y una marcha. Camille, estudiante de Arte, ve en las terapias que dicta, armada de lápices y acuarelas, una forma de expresión para los sentimientos que los niños no pueden poner en palabras. “Siempre trabajamos con una psicóloga que acompaña el proceso”, explica.
Las tres amigas conocen la realidad de los niños que tienen cáncer, saben que existen seis camas para quimioterapia ambulatoria en el Hospital del Niño y consideran, junto a los padres que participan en este proceso, que los centros médicos deberían equiparar su capacidad con la demanda existente.
“Desde que empezamos con nuestra propuesta no hemos encontrado ninguna discriminación por ser mujeres, sino por ser jóvenes y no tener experiencia”, cuenta Lisete.
Pero ella encuentra en la juventud una virtud que practica: “Yo creo que todo es posible, pero debes saber que si se te cierra una puerta, tienes que buscar otra”.
Su familia es religiosa y Lisette se define como agnóstica: “Leer sobre temas de Filosofía o Sociología te abre la mente; hay que conocer otras perspectivas y siempre estar dispuesto a debatir tus ideas con los demás”.
Camille creció con su papá, que era muy liberal ideológicamente, pero algo sobreprotector: “Siempre he defendido mis ideas; creo, por ejemplo, que el machismo también viene dado desde las mujeres”.
Cuando era adolescente practicaba skate y se rapó la cabeza: “Las mujeres fueron las primeras en decir que era lesbiana, sin hablar conmigo, solo porque tenían un estereotipo de lo que debía ser una mujer”.